Marta: a discípula amada do Senhor. Exegese bíblica de Lc 10,38-42 numa perspectiva marginal
Martha: the Lord’s beloved disciple Biblical exegesis of Lk 10,38-42 from a marginal perspective
DOI: https://doi.org/10.52451/pjp4e169
Recebido em 12/03/2024
Aprovado em 10/09/2024
Profesor de Filosofía y Religión en Enseñanza Media (Uruguay), Magister en Teología Latinoamericana, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) El Salvador. Actualmente es doctorando en Filosofía en la Universidade Estadual do Oeste do Paraná (UNIOESTE) de Brasil, bolsista Programa CAPES. Evaluador en revistas de filosofía (Praxis Filosófica, Revista de Filosofía UCSC, Revista Convergencia Educativa, Revista Intuito UFFS). Escritor en Revista Amigo del Hogar (Santo Domingo), Cristianisme i Justícia (España) y Universo Paulinas (Brasil). Ha colaborado en varias revistas académicas del ámbito filosófico, teológico y educativo, como también ha participado en coloquios, simposios y congresos como expositor. Es autor de 8 libros, el último titulado “La eclesiología en una Iglesia Creíble. Aportes críticos de la teología de Juan Luis Segundo”, (Brasil, Instituto Quero Saber, 2024).Email: pereira.arje@gmail.com. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-2202-915X
Resumo: Este trabalho é uma prática de exegese bíblica a partir da ótica sociológica da marginalidade, aplicada a uma perícope do evangelho de Lucas, especificamente referente ao episódio conhecido em quase todas as versões da Bíblia como “Marta e Maria”. Para este estudo, baseamo-nos na versão latino-americana da Bíblia de Jerusalém, onde encontramos o episódio em Lc 10, 38-42, que é a IV parte do evangelho, onde vemos Jesus a caminho de Jerusalém. Em nossa pesquisa procuramos mudar a forma de olhar o texto, buscando encontrar alguns aspectos que acreditamos poderem ser reinterpretados. Marta, sempre vista como a mulher que descuida a atenção em Jesus, é agora revalorizada e, por isso, resgatada das tarefas que tem de cumprir no âmbito das suas responsabilidades. Levamos isso ao nível do serviço realizado pelas mulheres que trabalham no serviço de limpeza das instituições educativas, para chegarmos a alguns pontos de vista que colaborem na revalorização e reconhecimento da sua grande tarefa.
Palavras-chave: Mulheres; Serviço; Limpeza; Instituições de ensino; Marta.
Abstract: This work is a practice of biblical exegesis from the sociological framework of marginality, applied to a pericope of the Gospel of Luke, specifically referring to the episode known in almost all versions of the Bible as “Martha and Mary”. For this study we rely on the Latin American Jerusalem Bible version where we find the episode in Lk 10:38-42, which is the IV part of the gospel, where we see Jesus on his way to Jerusalem. In our research, we tried to change the way we look at the text, seeking to find some aspects that we believe can be reinterpreted. Martha, always perceived as the woman who neglects the attention on Jesus, is now revalued and, therefore, rescuing the task she has to fulfill within her responsibilities. We take this to the level of the service performed by the women who work in the cleaning service of the educational institutions, in order to reach some views that collaborate in the revaluation and recognition of their great task.
Keywords: Women; Service; Cleaning; Educational institutions; Marta.
INTRODUCCIÓN
Marta y María son dos figuras clásicas de la Biblia, que representan dos maneras distintas de vivir, de interpretar un cierto tipo de relación con Jesús. Mientras María es aquella que lo deja todo por escuchar las palabras del Maestro, Marta es entendida como la que se distrae con las tantas tareas de la casa. La primera aprovecha la oportunidad de la visita de Jesús, la otra parece desaprovechar la oportunidad. Los estudios más tradicionales ven en estas dos mujeres, dos ejemplos distintos de cómo vivir la fe cristiana. Hasta el día de hoy, la mayor parte de los comentaristas y exégetas, colocan a María como ejemplo de discípula, reduciendo a Marta al ejemplo de la persona que, preocupada por las ocupaciones diarias, no atiende como debe al Hijo de Dios. Incluso algunos autores la proponen como un ejemplo típico de la persona que no tiene fe (Benetti, 1972, p. 28).
Creemos encontrar elementos discordantes con esta postura a partir del estudio desde la óptica marginal, que tiene una impronta socio-histórica que colabora en una nueva comprensión del texto. Con ello podemos confirmar cierta injusticia que recae sobre la figura de Marta y que nos ayuda en relación con la realidad que queremos analizar: la situación de las mujeres que desarrollan sus funciones dentro del ámbito de servicio, dentro de las instituciones educativas de confesión católica. Desde el estudio de los textos, con los elementos hermenéuticos hallados a partir de la marginalidad, descubrimos que la figura de Marta debe ser recuperada desde su misma esencia que fue servir a su Señor, Jesús, que llega a su casa también yendo en contra de los poderes centralizantes y que colocaban a las mujeres como seres inferiores. Con ello buscamos, a pesar de las dificultades y distancias históricas, reivindicar la importancia fundamental de las mujeres que trabajan en el servicio de limpieza de las instituciones.
1. ESCENARIO MARGINAL
La lectura del evangelio siempre nos exige adoptar nuevos abordajes hermenéuticos que colaboren en una mejor y mayor comprensión del texto bíblico, lo que puede colaborar en una efectivización y actualización del mensaje de Jesús. Por eso, en este trabajo, procuramos un abordaje distinto del pasaje de Lucas 10,38-42, a partir de una comprensión de este desde una óptica marginal. Colabora en este abordaje el avance de la teología feminista que procura desenmascarar ciertas lecturas que poseen elementos de una teología machista y patriarcal fomentado por la misma Iglesia. Como afirma Aquino, la Iglesia aún “reproduce códigos éticos de la cristiandad patriarcal europea, cuyo efecto en las mujeres es de sumisión e infravaloración propia. Para la cristiandad europea, el papel de las mujeres se centra en la reproducción humana y en el cometido doméstico” (Aquino, 2001, p. 15).
La perspectiva marginal surge de una nueva lectura de la realidad social latinoamericana y es utilizado por las ciencias sociales “para dar cuenta de los efectos heterogéneos y desiguales de los procesos de industrialización y desarrollo” (Delfino, 2012, p. 19) que, en este caso, que continúa revelando la situación de marginalidad de diversos grupos sociales. Si bien los estudios científicos pueden revelar datos que no siempre son aceptados por la gran mayoría de la sociedad alegando una cierta falta de comprensión de ciertas situaciones catalogadas como marginales, “la marginalidad constituye un fenómeno multidimensional o pluridimensional; puede hablarse de distintas dimensiones o formas de marginalidad – económica de producción o consumo, política, cultural, educacional, etc. – y hasta de distintas intensidades o grados dentro de la misma forma” (Delfino, 2012, p. 22). Por ello es necesario, junto con las teorías, el estudio seccionado de una parte la realidad para una mejor reflexión, que
vincula a la reflexión teológica la situación histórico-cultural, situándola en los límites de un lugar geográfico y de un momento determinado. Este carácter contextual acontece por estar referida a un grupo concreto, y también por adoptar un mecanismo orientado a la praxis, a la transformación de la realidad presente (Huguet, 1998, p. 110).
A partir de este escenario marginal, este trabajo nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre un tema que casi no se habla a la interna de las instituciones educativas. Para esto nos centraremos en la experiencia de instituciones educativas de confesión católica, en Montevideo, Uruguay. En este rubro de trabajo, se perciben dos características: la primera es que son muy pocos los hombres que se postulan para trabajos de limpieza, ya que sigue siendo visto socialmente como algo propio de las mujeres. La segunda tiene que ver con la edad de las mujeres que trabajan en este sector, donde encontramos siempre mujeres adultas o de edad avanzada, ya que para la juventud es también algo degradante o mal visto. El servicio de la limpieza, siendo algo imprescindible en la vida institucional, contrariamente a valorar a las personas que lo llevan a cabo, las desvaloriza, y ellas mismas se perciben de esa manera.
Si tuviera que colocarles un nombre las llamaría justamente las “sin nombre”. Las mujeres que trabajan en la limpieza muy pocas veces son reconocidas por sus nombres, donde su presencia en las instituciones es casi “fantasmal”. Trabajan a contraturno cuando las instituciones educativas se vacían de sus actores principales. El cuerpo docente y el alumnado pocas veces las reconocen y tampoco valoran su tarea que es imprescindible. Estos pueden ser catalogados como actitudes de violencia contra la dignidad de las mujeres:
La explotación e invisibilidad en la que vive la mujer occidental tiene su expresión más fuerte, no hay duda, en la violencia: las mujeres están expuestas a la violencia no solo como el resultado de las acciones individuales moral y jurídicamente reprochables, sino también como consecuencia de prácticas sociales sistemáticas que se dirigen en contra de ellas simplemente por el hecho de ser mujeres (Miranda-Fajuri, 2015, p. 724).
Esta invisibilidad, lleva a que sean ignoradas cuando no son tomadas en cuenta a la hora de las decisiones institucionales, cuando no las consultan a la hora de cambios edilicios o cambios en las estructuras, ni tampoco en dinámicas educativas. Simplemente no son tomadas en cuenta. Esto sucede porque se acepta que su única función es el aseo, la limpieza; de arreglar la suciedad que provocan los demás, y no otra cosa.
Dentro de sus características marginales considero que las mujeres que trabajan en este rubro sufren por ser desplazadas a un lugar de anonimato primero, dentro de las instituciones educativas, pero también a nivel económico y social. Son personas que se autoperciben como ignorantes, de poca formación, donde sufren la falta de valoración de su tarea y que saben que el salario que reciben es muy bajo para la tarea que desempeñan. Se sienten muchas veces condenadas a trabajar toda su vida en esa tarea, sin posibilidad de una realización más plena. Por un lado, por la desvalorización humana, otra por las bajas posibilidades de un mejor pasar económico. En este caso, el centro dominante es la sociedad y la institución educativa, y la misma comunidad educativa con las cuales mantiene relaciones de anonimato. Se trata de una marginalidad ideológica. Como confirma Gallardo:
A las mujeres de los sectores pobres siempre se las discrimina. Si muchas mujeres se insertan esta área laboral es porque no cuenta con educación, no tienen por supuesto mejores oportunidades laborales y cuando se insertan en el campo del trabajo en la tarea más baja de la categoría laboral de trabajos informales su trabajo físico (Servicio doméstico) son discriminadas por la sociedad (Gallardo, 2017, p. 13).
La estrategia utilizada por ellas es la de cumplir sus tareas en la soledad y el silencio, sin provocar mucho involucramiento ya que eso implicaría aún más trabajo, lo cual no les conviene por sus bajos salarios y la falta de valoración.
2. MARCO CONCEPTUAL
Anunciado en la introducción, para este ejercicio exegético partiremos del texto de Lc 10, 38-42 buscando alcanzar una reflexión a partir de la imagen de Marta. La investigación se centrará en la situación marginal de la mujer dentro del servicio de limpieza en instituciones educativas, que se propone en las conclusiones, luego del proceso. Para ello trabajaré en torno a los conceptos de marginalidad y exclusión. Estos grupos de mujeres que trabajan en el servicio de limpieza son grupos marginales pues son vistas como personas ignorantes, de escasa formación, pero, sobre todo, porque son mujeres. En este sentido “La delimitación de la marginalidad se realiza sobre la base de la comparación entre una situación de hecho y un deber ser” (Delfino, 2012, p. 22), esto es, partimos de una situación real y concreta, desde las experiencias de mujeres concretas, reflexionando acerca de un “deber ser” impuesto violentamente por la sociedad, lo que las marginaliza.
Estos grupos son casi inexistentes en la sociedad, cuando se ocupan de una labor tan importante que no es reconocida, pero tampoco se quiere reconocer. Por otro lado, también son grupos excluidos pues siempre están dentro de las preocupaciones de las instituciones en donde trabajan, salvo en cuestiones de efectividad de su trabajo. La gran mayoría de personas que conviven a diario con el personal de servicio no los toman en cuenta pero sí muchas veces contribuyen a la sobrecarga de trabajo. En esta situación
Sus relaciones laborales están entrecruzadas y condicionadas por las relaciones de género internalizadas desde la infancia en la educación que reciben, en el trato y las distribuciones de tareas del hogar, a lo largo del proceso de socialización, en la educación y formación que reciben, en las profesiones que eligen, en los puestos de trabajo a los que logran acceder, y en la doble responsabilidad que implica el trabajo remunerado y el trabajo doméstico, lo que deviene una doble jornada de trabajo . Este proceso está en la base de la división sexual o genérica del conjunto del trabajo social (Suárez, 1993, p. 395).
La marginación de las mujeres por parte del patriarcalismo se continúa perpetuando en nuestra sociedad promovida por el propio sistema-mundo que nos envuelve, donde en
su vertiente económico-estructural parte de reconocer los cambios en la dinámica de internacionalización del capital a escala mundial, la heterogeneidad estructural del capitalismo subordinado y el carácter histórico de los procesos que llevan a su reproducción, permitiendo hacer observable la conformación de procesos de trabajo, explotación y estrategias de subsistencia heterogéneas en el interior del capitalismo avanzado (Delfino, 2012, p. 31),
Es clara que la opresión de las mujeres no se percibe solamente por desigualdad que se da en torno al status social, el poder o la riqueza de los cuales son excluidas las mujeres, sino que “las mujeres, además de ser explotadas en el sentido explicado, son marginadas, pues se encuentran excluidas de la participación en las principales actividades sociales” (Miranda-Fajuri, 2015, p. 723).
3. CONTEXTO
El texto de Lc 10,14-38 lo podemos ubicar dentro de un contexto más amplio que iría desde Lc 9,51 hasta Lc 11,53. este Evangelio es muy particular por el papel que Lucas le da a las mujeres:
El interés por las mujeres lucanas proviene esencialmente de un dato textual: la obra doble de Lucas (El Evangelio y los Hechos) contiene más textos que evocan mujeres que todo otro escrito del Nuevo Testamento. Aún más, el Evangelio de Lucas contiene más de veinte referencias a mujeres que no encuentran paralelo en los otros evangelios. Esto ha hecho que algunos consideren a Lucas como el “evangelista de las mujeres” (Ramos, 2003, p. 71).
Junto con ello, es importante el lugar de las mujeres que, de la misma forma que los discípulos varones, están siempre atentas a las instrucciones del Maestro. Particularmente en este pasaje, las mujeres son isntruidas por Jesús mismo: “En el pasaje de la visita de Jesús a casa de Marta y María (Lc 10,38-42), la instrucción de mujeres por parte de Jesús es explícita. Sentada a los pies de Jesús y toda oídos (akouw, v. 39b), María presenta la posición típica del discípulo que sigue con mucha atención la enseñanza del maestro (v. 40)” (Ramos, 2003, p. 83).
Aún así, en la intención de destacar el lugar de las mujeres, podemos percibir una preponderancia de una perspectiva teológica patriarcal, ya que se valora más la actitud de María que se coloca a los pies del Maestro, mientras Marta es la que se dedica a las tareas domésticas. Dice Ramos que esta actitud de María, colocada en las palabras de Jesús, lo lleva a percibirlo como quien se queda con “la mejor parte (v. 42). En cuanto a Marta, la palabra que Jesús le dirige señala su interés porque Marta también escuche la palabra, pues es la condición sine qua non en Lucas, para llegar a la fe” (Ramos, 2003, p. 83). Dicho así, pareciera que Marta, distraída en los quehaceres del hogar, no le presta atención a Jesús por lo que se quedaría “con la peor parte”. Esto condiciona la interpretación de nuestra sociedad acerca de la tarea fundamental que realizan las personas que se ocupan de atender y servir a las personas que llegan a un hogar o a una institución.
a) División del texto.
Lc 9, 52 |
“fueron y entraron en un pueblo de samaritanos” |
Lc 9, 56 |
“y se fueron a otro pueblo” |
Lc 9, 57 |
“Mientras iban caminando” |
||
Lc 10, 1 |
“Y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y sitios” |
Lc 10, 17 |
“Regresaron los setenta y dos” |
Lc 10, 38 |
“Yendo ellos de camino” |
Lc 11, 1 |
“Estaba el orando en cierto lugar” |
Lc 11, 53 |
“Y cuando salió de allí” |
*Quadro foi elaborado tendo como referência o texto de Lacueva, 1990.
b) Construcción del texto.
A lo largo de estos textos podemos encontrar a Jesús camino a Jerusalén. En ese camino se resalta la preocupación de Jesús por instruir a sus discípulos en la misión hablándoles acerca de la exigencia que implica seguirlo (Lc 9,57-60), enviándolos de dos en dos (Lc 10,1), dándoles indicaciones concretas de cómo deben reaccionar ante los demás (Lc 10,2-12), también les hace ver el privilegio de haber sido llamados a esa misión (Lc 10,13-24), como también la enseñanza de cómo orar (Lc 11,1-4; 11,9-13), la relación con Satanás (Lc 11,14-22; 11,24-26), la superioridad de Jesús respecto Jonás (Lc 11,29-32) y las palabras de advertencia a los fariseos y juristas (Lc 11,37-54). En este sentido en estos textos se muestra a Jesús en un proceso de enseñanza con sus discípulos, donde aparecen las posibles reacciones de aquellos que escuchan su palabra.
Me parece pertinente destacar el hecho de que Jesús y sus discípulos aparecen en escenas siempre en movimiento. Jesús y sus discípulos van camino a Jerusalén y en su camino hay varios pueblos aún por donde cruzar y siempre será una oportunidad de que Jesús ejerza su ministerio. Quizá sea a partir de Lc 11, 1 que Jesús permanece más tiempo en un lugar enseñando largamente, donde también aparecen en escena diversos personajes en calidad de escuchas de su palabra y donde Jesús habla sobre lo que implica escuchar su palabra y aceptarla o rechazarla, que es mucho más importante que cualquier otro signo (por ejemplo, Lc 11,29 refiere al signo de Jonás). Desde Lc 11,37 hasta Lc 11,54 encontramos una serie de duras palabras de advertencias de Jesús a los fariseos y juristas pues no aceptan su palabra. Cada una de estas advertencias las reconocemos porque comienzan con “¡Ay…!”. Frente a estas palabras de Jesús la reacción es el rechazo directo mostrando en Lc 11, 53 que Jesús se fue del lugar (“Y cuando salió de allí”).
La importancia de la aceptación o rechazo de la palabra de Jesús es el otro elemento que se destaca en el contexto seleccionado. En Lc 9,52 Jesús envía a predicar a los discípulos a un pueblo de samaritanos, pero no los recibieron. Tres seguidores manifiestan a Jesús el deseo de seguirlo y Jesús le aclara las exigencias del seguimiento (Lc 9,57-62). En Lc 10,16 Jesús dice que quien escucha a los discípulos lo escucha a él, y quien los rechaza a él rechaza. Otra escena es la de Lc 10,25 y Lc 10,29 hay dos diálogos donde Jesús enseña sobre lo que hay que hacer ante la duda de seguir los mandamientos de Moisés y su invitación al seguimiento, y acerca de quién es el prójimo y cómo actuar con él. Con estos elementos podemos comprender mejor el texto de Lc 11,38-42. En su camino a Jerusalén, Jesús entra en un pueblo y es recibida en una casa. Allí aparecen dos personajes claves: Marta y María, que revelan dos actitudes distintas ante Jesús.
c) Relación literaria entre las partes
En la relación entre las partes que encontramos en el contexto, situado desde Lc 9,52 a Lc 11,53, tenemos dos momentos. El primero tiene que ver con el enlace de distintas situaciones donde vemos a Jesús instruyendo a los discípulos e indicándoles lo que debe ser su misión. Antes del texto que nos ocupa, Lc 10,38-42, es interesante ver al comienzo (Lc 9,51-56) la mala recepción que reciben los discípulos en un pueblo de samaritanos, con la consiguiente actitud de enojo de los discípulos, y la respuesta que les da Jesús hacia el capítulo 10,29-37, momentos después. Allí Jesús les propone la parábola del buen samaritano para hacerles entender que incluso ellos estaban teniendo una actitud errónea. Esto es parte de su enseñanza: no quedarse en aquellos que no reciben su palabra pues esto no implica que sean malas personas. Esto sucede también en medio de otras enseñanzas, al enviarlos de dos en dos y cómo debe ser su actitud ante la acogida o el rechazo, pero también insiste que primero ellos deben escuchar y aprender del maestro. Hay en estos versículos un proceso de aprendizaje que los discípulos deben realizar.
El segundo momento, a partir de Lc 11,1, se centra en la importancia de la oración que comienza con la enseñanza del Padrenuestro, que de alguna manera fundamenta la seguridad que los discípulos deben tener ante la reacción de todos aquellos que no recibirán su palabra. Hay en todo esto algunas claras afirmaciones de Jesús en una dinámica de oposición: por un lado, habla de la dicha de quienes escuchan su palabra, y por otro advierte de todos aquellos que lo interpelan aclarando que el juicio de Dios caerá sobre ellos. Vemos en esto una advertencia a los discípulos que el único juez y Señor es Dios, no ellos. Incluso en Lc 11,49 Jesús aclara lo que les espera a los discípulos que van a esparcir su mensaje. No sólo han sido rechazados los profetas, sino que a ellos también los rechazarán, los perseguirán y los matarán. De alguna manera Jesús advierte a sus discípulos para que se preparen para la misión donde los frutos no pertenecen a lo que ellos entiendan, sino que siempre es Dios quien cosechará los frutos de la siembra de su palabra.
d) Aspectos que se relacionan con el escenario marginal
Dentro de los aspectos relacionados con el escenario marginal, lo que podemos percibir en un primer momento, es que los destinatarios de la palabra de Dios –o del mensaje de Jesús- son justamente los pueblos o personas marginadas. No son las poblaciones judías, donde domina la religión como parte del poder, o los letrados, escribas y fariseos, sino las gentes sencillas. Los que recibirán la recompensa de saberse elegidos son los que poseen un corazón sencillo, que normalmente son los excluidos y marginados. Esto se percibe en el ejemplo del samaritano, que pertenece a un pueblo visto como impuro o pecador, por su mezcla de sangre con otros pueblos asirios. O incluso en el ejemplo de las dos “logias” (Lc 11,33-36) donde Jesús quiere decir que quien se crea tener a Dios lo debe llevar a todos sin distinción. Esto se contrapone con los principios de la religión judía, o también con la situación privilegiada en la cual los discípulos podían caer al sentirse elegidos. Casi siempre son los que no aparecen en escena o los menos importante para el mundo, los que Dios elige para que reciban su palabra que viene a traer liberación. Este aspecto tiene una conexión directa con el tema central de este trabajo.
4. Construcción del texto
Presentamos ahora el texto de Lc 10, 38-42, Marta y María:
38 “Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. 39 Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, 40 mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». 41 Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; 42 y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada”.
a) División del texto
Podríamos dividir el texto en tres partes en función de las acciones, palabras y actitudes de los tres personajes en escena:
Jesús |
“entró en un pueblo” |
“le respondió” |
Marta |
“le recibió en su casa” |
“se paró y dijo” |
María |
“escuchaba su palabra” |
“ha elegido la mejor parte” |
*Quadro foi elaborado tendo como referência o texto de Lacueva, 1990.
b) Construcción del texto.
Ahora proponemos una división literaria del texto de la siguiente manera:
c) Relación literaria entre las partes.
El contexto del texto seleccionado, Lc 10,38-42, deberemos ubicarlo en función de dos elementos: el primero en clave de movimiento. Lucas comienza este texto con el verbo ir, en gerundio, lo que indica que Jesús iba en movimiento al momento de iniciarse a escena del relato. Y los textos cercanos anteriores marcan que Jesús siempre está en movimiento con sus discípulos. El otro elemento tiene que ver con la aceptación o rechazo de la palabra de Jesús que se muestra respecto a pueblos y también en las reacciones de las personas.
Según las divisiones propuestas tendremos que:
En este texto vemos que lo más importante del mismo está sobre el final. Jesús, atendiendo el reclamo que le hace Marta y reconociendo de cierta manera lo que realiza en la casa, lleva a cabo una sentencia que le da sentido a todo el relato. Sin estas palabras de Jesús contenidas en los vv. 41 y 42, no se comprendería la descripción realizada por Lucas, que son propias de la vida cotidiana de cualquier hogar. De todas maneras, con esas palabras, Jesús intenta enseñarle a Marta lo importante: escuchar su palabra.
d) Aspectos que se relacionan con el escenario marginal
A partir de esta división me parece necesario destacar dos elementos desde la óptica marginal. La gran mayoría de los comentaristas –y así lo sigue enseñando la Iglesia- destacan la actitud de María como la correcta ante la palabra de Jesús, ya que hace la opción por “la mejor parte”. Leído así el texto de la forma que se nos es presentado también coincidiría que no quedarían dudas. Pero me parece que, leído desde una clave marginal, la figura de Marta es sometida a un reduccionismo existencial, que no permite ver con dignidad la importancia que tiene en el texto, junto con la relevancia de la tarea que desarrolla, y la implicancia de este texto leído en la realidad actual. En este sentido “Las mujeres no se excluyen de la sociedad, todo lo contrario, son excluidas. Son relegadas a espacios secundarios fuera de los espacios centrales ocupados por los hombres” (Graíño, p. 108). Y podemos decir que son excluidas por los hombres que no sólo no se dedican a las tareas domésticas (cocinar, limpiar, etc.), sino que tampoco las valoran.
Pero, rescatando la riqueza del texto, podríamos decir que ambas actitudes son valiosas: la escucha (en quietud) y la ocupación (en movimiento), pero históricamente vemos que se ha valorado mucho más la actitud de María ante la actitud de Marta. Incluso esto ha llevado a una mayor valoración de la vida contemplativa (siguiendo la actitud de María), en oposición ante la vida activa (siguiendo la actitud de Marta). Sin esta actitud activa de Marta no sería posible que Jesús llegara a su casa y se sintiera a gusto. Por eso, incluso que Marta ha sido propuesta como la “patrona” de las limpiadoras, amas de casa, cocineras, lavanderas, hospederos y hoteleros -casi todas tareas reducidas a mujeres y vistas como tareas secundarias en la sociedad-, considero que no le hace justicia y condiciona también el lugar de las personas que trabajan en esos oficios, llevándolas a vivir en la marginalidad y la exclusión.
La enseñanza de la iglesia, y el lugar de la mujer dentro de ella, en el marco de la cristiandad –que hoy casi no existe en Uruguay- ha dejado una herencia que, desde la óptica marginal, podemos discutir e intentar revertir para devolverle a la mujer su dignidad dentro de la Iglesia y de la sociedad. Desde esta óptica marginal “Se denuncian los criterios patriarcales de canonización y las interpretaciones androcéntricas, se propone también una traducción de los textos en los que comparezca el carácter inclusivo de los términos: una traducción que no presente como masculinos términos que son genéricos” (Huguet, 1998, p. 116), así también, valorizando aspectos de la realidad que no son tomados en cuenta. Para lograr esto se hace necesario una metodología inductiva y experiencial la cual “Se trata de una metodología que no parte de grandes principios, sino de la realidad concreta que viven las mujeres y los varones en su vida diaria. La comprensión de la realidad situada, contextuada no se produce por conceptos abstractos” (Huguet, 1998, p. 121), sino desde la misma experiencia de la vida.
5. Procedencia del texto
La narración elegida para este trabajo, de Lc 10,38-42 pertenece a la obra creadora propia de Lucas. No se encuentra en Marcos ni en la fuente Q, como tampoco en Mateo. Si bien sabemos desde el estudio de que en los evangelios sinópticos, tanto Mateo como Lucas tienen como una de sus fuentes al Evangelio de Marcos y Q, también se ha descubierto que Mateo y Lucas tienen otra fuente, una fuente propia, que puede ser fruto de su propia experiencia narrada o puede pertenecer a las experiencias de las comunidades que, dentro de su propia camino de seguimiento, se vieron enfrentadas a situaciones concretas, introduciendo algunos textos que responde a esas necesidades. En este sentido, la narración del episodio de Jesús en casa de Marta y María debe responder a una necesidad histórica en función del contexto propio de la comunidad lucana.
A partir de esto, basándonos en la teoría de las fuentes, podemos ver que todo indica que estamos ante un texto de tradición simple, o sea, que es un texto que sólo aparece en el evangelio de Lucas, ya que no está en Marcos ni Mateo, como tampoco en la fuente Q. Presentamos ahora el texto de Lc 10,38-42 en griego para poder acercarnos al texto original, tomado de la versión del Nuevo Testamento de Lacueva (1990):
(Continua)
Texto en griego |
Texto en español |
39καὶ τῇδε ἦν ἀδελφὴ καλουμένη Μαριάμ, ἣ καὶ παρακαθεσθεῖσα πρὸς τοὺς πόδας τοῦ kurίou ἤκουεν τὸν λόγον αὐτοῦ. |
39Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, |
38Ἐν δὲ τῷ πορεύεσθαι αὐτοὺς αὐτὸς εἰσῆλθεν εἰς κώμην τινά· γυνὴ δέ τις ὀνόματι Μάρθα ὑπεδέξατο αὐτὸν εἰς τὴν ὀκιan. 40 ἡ δὲ Μάρθα περιεσπᾶτο περὶ πολλὴν διακονίαν· ἐπιστᾶσα δὲ εἶπεν· Κύριε, οὐ μέλει σοι ὅτι ἡ ἀδελφή μου μόνην με κατέλειπεν διακονεῖν; εἰπὸν οὖν αὐτῇ ἵνα μοι συναντιλάβηται. 41ἀποκριθεὶς δὲ εἶπεν αὐτῇ ὁ κύριος· Μάρθα Μάρθα, μεριμνᾷς καὶ θορυβάζῃ περὶ πολλά, 42ὀλίγων δέ ἐστιν χρεία ἢ ἑνός· Μαριὰμ γὰρ τὴν ἀγαθὴν μερίδα ἐξελέξατο ἥτις οὐκ ἀφαιρεθήσεται αὐτῆς. |
38 Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. 40 mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». 41 Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; 42 y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada». |
*Quadro foi elaborado tendo como referência o texto de Lacueva, 1990.
Este texto de Lucas está colocado luego de la conocida “parábola del buen samaritano” (Lc 10,29-37) en la cual existe una cierta similitud de actitudes en los personajes si lo comparamos con Lc 10,38-42. Exégetas como Fitzmyer ven el parecido con las actitudes de Marta y María. En la parábola, se contrasta la actitud del levita y el sacerdote que pertenecen al judaísmo, con el del samaritano. Este último es quien se compadece del hombre apaleado y se ocupa de él. En el caso de Marta y María, son dos mujeres que se diferencian en sus actitudes en relación a la atención a Jesús: una es quien lo recibe y lo sirve, otra se queda a sus pies para escuchar su palabra. En el episodio narrado en Lc 10,38-42, pareciera insertado para destacar algunos aspectos que se Lucas vienen proponiendo en momentos anteriores y que se centran en la importancia principal de escuchar la palabra de Dios.
A nivel general, desde la óptica de la marginalidad, el episodio presentado por Lucas nos coloca ante tres situaciones de marginalidad encadenadas: la primera geográfica, otra existencial por la presencia de mujeres y una más personal o específica, en relación a Marta. En lo referente a lo geográfico, Lucas nos dice que Jesús “entró en un pueblo” (v. 38) mientras va de camino a Jerusalén (Lc 9,51) lo cual nos hace pensar que, aun teniendo en su meta llegar a la ciudad que es el centro de poder, Jesús no deja de prestar atención al contexto marginal que va encontrando en su camino. Si bien Lucas no nos informa acerca del nombre del pueblo, los comentaristas y exégetas suponen que se refiere a Betania en relación al texto de Jn 11,1 donde se lleva a cabo la resurrección de Lázaro. Juan indica allí que Lázaro es de Betania, y este dato se podría confirmar pues en el mismo versículo se nombran a sus hermanas Marta y María, afirmando que ellas pertenecen a ese pueblo (“pueblo de María y de su hermana Marta”). En este sentido podemos ver que el lugar geográfico donde se la escena entre Jesús, Marta y María es el pueblo de Betania.
Pero también tenemos otro elemento marginal que es el hecho de que Jesús entra en la casa de dos mujeres, donde una lo recibe y en el texto se indica que es su casa (le recibió en su casa”). Siguiendo la relación con Jn 11,1, si ellas son las hermanas de Lázaro, es muy raro ver a una mujer abriendo las puertas de su casa a un extraño. Si Marta lo hace, es de suponer que ya conocía a Jesús, que había allí una cierta relación o conocimiento entre ambos. Según Malina y Rohrbaugh:
estando presente un hombre, es extraña la frase “su (de ella) casa”. Igual es extraño que sea recibido por una mujer. Aunque la casa es el espacio privado donde operan con libertad las mujeres, invitar a alguien a pasar a casa y presentarlo al resto de los miembros de la familia era una tarea encomendada al varón de mayor edad (Malina; Rohrbaugh, 1996, p. 263).
Debido a esto, lo que podemos acordar que Jesús aparece nuevamente en una actitud que lo lleva a ir más allá de lo establecido o permitido, para alcanzar con su mensaje a aquellos que lejos están de poder recibirlo debido a las limitaciones legales que alejan a las personas de Dios. Es importante ver a lo largo del texto de Lc 10,38-42 “a Jesús actuando tres veces contra las normas culturales judías: Jesús está solo con mujeres que no pertenecen a su familia; una mujer le sirve; Jesús enseña a una mujer en su propia casa” (Brown; Fitzmyer, 2004, p. 173).
Por último, ponemos la atención sobre Marta, donde el texto nos pareciera indicar sin lugar a error, la importancia superior de la escucha de María ante la de servicio. Por ello pareciera que la actitud de María es superior a la de Marta. Pero mirado desde la óptica marginal, es Marta quien se ocupa de servir a quien se revela en el texto como necesitado. Esto también tiene relación a la actitud del samaritano en función del hombre encontrado en el camino. En este sentido, es que queremos destacar que la actitud de servicio es un elemento marginal que en la mayoría de los comentaristas se pudo haber descuidado, privilegiando el lugar de la escucha de la palabra de Dios que, sin restarle nada de su importancia fundamental, debe quedar unido en igualdad a la de servicio. Por eso vemos la necesidad de rescatar el lugar del servicio de la mujer, no sólo dentro de la iglesia, sino que también en la sociedad. Como afirma Bovon es “imposible igualmente no estar atentos a la pregunta de nuestra época sobre el ministerio, y más especialmente sobre el ministerio ejercido por las mujeres” (Bovon, 2002, p. 132), pero nosotros queremos ir un poco más allá haciendo hincapié en los rasgos marginales y excluyentes de la mujer que no le permiten sentirse en igualdad de condiciones ante el hombre.
6. Análisis del texto
A partir de ahora queremos realizar un análisis del texto de forma más detallada y pormenorizada para poder mostrar en el texto de Lc 10,38-42 los aspectos marginales que pueden iluminar la situación de estas mujeres que trabajan en el servicio y la limpieza. Para ello seguiremos la división literaria texto propuesta anteriormente, de la siguiente manera:
a) Lc 10, 38a: Jesús entró en un pueblo
“Yendo ellos de camino, entró en un pueblo” (v. 38a). Si bien nos centramos en este apartado en el hecho de que Jesús entra en un pueblo, no podemos obviar que existe en el v. 38 un plural: “ellos” (αὐτοὺς). Esto indica que Jesús iba en su camino a Jerusalén con el grupo de los discípulos, como está indicado en el contexto (1.1) del texto, donde les iba enviando a su misión como parte de su aprendizaje. ¿Qué pasa con los discípulos? No lo sabemos. Dice Fitzmyer que “los discípulos itinerantes se sumergirán en la sombra dejando en el proscenio a la gente del lugar, es decir a las dos mujeres y sobre todo a αὐτὸς, «a él», es decir a Jesús” (Brown; Fitzmyer, 2004, p. 38). Por lo tanto, deberemos centrar nuestra atención en Jesús que decide entrar a un pueblo que está de pasada hacia Jerusalén y – como ya hemos dicho- la mayoría de los comentaristas afirman que es Betania por el nombre de las mujeres que aparecen en escena. Hay en ello un aspecto que podemos leerlo desde la óptica marginal que guía nuestro trabajo: la elección de Jesús por aquellos que están al costado del camino. Según Tuñí este es un rasgo muy propio de Lucas que va más allá del Jesús histórico y que tiene que ver con la intencionalidad que el evangelista intenta darle a su evangelio:
La terrenalidad de Jesús ha sido objeto de un cuidado especial por parte de Lc. Sobre todo, a través de un acento notable en las actividades de Jesús hacia los necesitados, los enfermos (que son endemoniados para Lc), los que están solos (las viudas), los marginados (enfermos, extranjeros y mujeres), los pecadores (sobre todo los pecadores oficiales), los discípulos (que no acaban de captar lo que dice Jesús), el mismo Judas… (Tuñí, 1986, p. 295).
Aún con lo dicho acerca de la predilección de Jesús por los marginados no podemos encontrar por qué Lucas omite nombrar a Betania, sino que habla de “un pueblo” (κώμην τινά·), o una aldea –como traducen otros-. Para Fitzmyer “Lucas no hace mención de esta localidad hasta después del viaje, en Lc 19,29: “Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte que llaman de los Olivos” (Fitzmyer, 1986, p. 295). Lo que sí nos parece necesario destacar es que el escritor nos coloca espacialmente en un ambiente no presentado, por momentos desconocido, pero donde se da el encuentro con dos mujeres que aparecerán nombras en el evangelio de Juan y que nos permite ubicarlas, ya que están en la casa de Marta. O sea, Lucas intenta conectarnos con dos personajes marginalizadas por la religión judía, que se encuentran en un pueblo de menor importancia, un pueblo marginal. Como lo hicimos en el punto 2.3., hay una doble marginalidad en este texto: primero un pueblo que no es nombrado y se reconoce por la aparición de los personajes, y segundo, el lugar de esos personajes en la sociedad. Consideramos esto una exigencia mayor para la exégesis, pero que se ve enriquecido desde la óptica marginal.
El contexto seleccionado revela que son varias las instancias donde Jesús se muestra en favor de los grupos marginales. En su camino a Jerusalén Jesús pasa por Samaria y Betania, pueblos marginados por la sociedad religiosa judía, centrados en Jerusalén como centro de poder. La reacción de los samaritanos ante la predicación de los discípulos, revela esa actitud marginal de rechazar lo que aparenta que viene desde el centro de poder y a lo cual ellos no están acostumbrados a recibir. Muchas veces los grupos marginados se cierran a la posibilidad de ser parte importante para los que vienen desde el centro, y por ello se automarginan y excluyen. Hay en ello una minusvaloración de sí mismos, de falta de una justa autovaloración que los aparta aún más de lo que la sociedad en su conjunto cree o acepta como normativo.
b) Lc 10, 38b: Marta recibe a Jesús.
“Y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa” (v. 38b). Pongamos atención a algunos puntos del texto. Marta “le recibió” (ὑπεδέξατο). Es Marta quien recibe a Jesús, o sea, una mujer que deja entrar a su hogar a un hombre que se aparenta ser un extraño, pero que no parece serlo siguiendo el desenlace de la escena. De todas maneras, Marta se arriesga aun sabiendo bien el status propio de la mujer en la sociedad judía: “En el judaísmo no se veía bien que una mujer administrase sus bienes, dirigiera su casa y sobre todo que acogiera en ella a un hombre” (Bovon, 2002, p. 136). Estaba muy claro lo que corresponde al varón de la casa y a la mujer, y que sobre todo que el contacto de un hombre con una mujer que no sea la suya produce la deshonra (Piñero, 2014, p. 26). Pero Marta le abre la puerta de su casa y le permite entrar. Lo recibe, que es lo mismo que decir, lo acoge en su hogar. Es ella quien abre su intimidad ante Jesús y coloca a su disposición su hogar corriendo el riesgo de ser condenada (recordemos que los mismos discípulos se asombraron ante Jesús en su trato con la mujer samaritana, Jn 4,27). El elemento marginal aquí se destaca desde la óptica de la apertura e iniciativa de Marta. Ella podría no haber recibido a Jesús, pero lo hace y decididamente.
Otro aspecto por destacar desde la óptica marginal es el de la hospitalidad, que es posible desde la recepción de Marta. Este aspecto de la sociedad mediterránea tiene un complejo entramado de normas. Afirma Bovon “acoger implica hospitalidad, con toda generosidad y según todas las reglas” (2002, p. 137). Para Malina la hospitalidad “puede ser definida como el proceso por el que un forastero pasa, de ser considerado extraño, a ser visto como un huésped. El forastero es «acogido» y queda transformado de extraño a huésped” (Malina, 1996, p. 277). Según algunos comentaristas, hay aquí hay otro rasgo de la intencionalidad lucana: aprovechar la apertura de Jesús y colocar en esta escena el acento en la apertura de Marta que lo recibe, a modo de dar ejemplo a cómo deben recibir a los demás las comunidades cristianas. Si bien Jesús no es un extraño ni forastero, es un hombre al cual Marta le permite entrar en su hogar para que luego se dé el encuentro con “el Señor”, generando con esto la impresión de que Lucas intenta resaltar que estamos ante una iglesia doméstica. Marta posiblemente es una seguidora de Jesús, pero sabe que su vida está en peligro al dejarlo entrar a su casa. Se expone, pero no le importa. Es Jesús quien vino a su casa y ella no repara en las posibles consecuencias. Veremos más adelante que esta actitud se truncará con la reacción de Marta respecto a su hermana María.
c) Lc 10,39: María escucha a Jesús.
“Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra” (v. 39). En este versículo aparece la hermana de Marta presentada inmediatamente como quien no duda en escuchar a quien ha llegado a su casa. Mientras Marta forja el espacio para que se dé el encuentro, María se dispone a escuchar a este extraño que ahora es huésped y que es reconocido como Señor (kurίou). La escena es rápida y nos traslada desde la imagen de Marta que abre la puerta a un Jesús que está sentado hablando (enseñando) y María que lo escucha. Desde el enfoque marginal hay aquí un elemento importante que es la atención que María le da a Jesús. Ella también es una mujer que sabe lo que son sus obligaciones en la casa: “debía llevar adelante el hogar, lo que significaba duras tareas, como moler harina, amasar el pan, limpiar, lavar la ropa y cuidar en todo de los hijos más el marido” (Piñero, 2014, p. 29). Como Lucas no nos brinda otros datos de María, suponemos que es simplemente la hermana de Marta (y de Lázaro), pero esto no la exime de las tareas del hogar. De todas maneras, ella es capaz de dejarlo todo para ponerse a la escucha de Jesús. Lo que para ella es importante es escuchar las palabras del huésped, que es su Señor.
Esta actitud de María, que está “sentada (παρακαθεσθεῖσα) a los pies del Señor”, traducido también como “junto a”, o, “al lado de”, tiene que ver con la misma hospitalidad que vemos en Marta, pero manifestada en una atención directa hacia la persona del huésped. No olvidemos que son mujeres que no tienen el mismo lugar de importancia ni en la sociedad ni en la religión judía. Sin embargo “la presentación narrativa de estos rasgos atribuidos a María nos lleva al mundo de las escuelas rabínicas del tiempo de Jesús. Los discípulos se sentaban en el suelo (habitualmente), en forma de círculo, alrededor del maestro” (Sánchez, 2003, p. 271). María se confía a la presencia de Jesús, se confía en su palabra. “También ella tiene una tarea que hacer en su casa, en la vida. Pero no es su meta” (Benetti, 1972, p. 27). o, podemos decir que, en medio de sus tareas y quehaceres se hace tiempo para lo que considera importante. Hay aquí otro elemento que nos ayuda en el proceso de investigación que estamos realizando: las responsabilidades de la vida no pueden alejarnos de las personas que vienen hacia nosotros. María puede hacerse un tiempo para atender lo que su corazón le hace ver que es lo importante: la palabra de Dios que viene por medio de Jesús.
d) Lc 10, 40: Marta le habla a Jesús.
“…mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude» (v.40). Luego de la entrada de Jesús a la casa de Marta, y luego de la hermosa escena que nos presenta Lucas con María a los pies de Jesús, coloca este versículo que rompe con la armonía precedente. “Marta estaba atareada en muchos quehaceres”. Para Lucas, Marta estaba muy exigida atendiendo las tareas del hogar. Primero es quien recibe a Jesús, le abre la puerta, lo hace entrar, y ahora aparece inmersa en muchos quehaceres. Mientras la mayoría de los comentarios de este pasaje –desde los padres de la Iglesia hasta hoy- han visto en Marta y María dos modelos de discípulas, una dedicada a la vida activa y otra a la vida contemplativa, siendo María el ejemplo de la “perfecta discípula”, nosotros consideramos que esto es injusto. Siguiendo a Bovon “esto es olvidarse de que se concibe a Marta como el ama de casa (cf. el «en su casa», v. 38). Es explicable su actitud, sobre todo si se piensa que ella sabe es está acogiendo a un huésped de categoría” (Bovon, 2002, p. 139). Desde una mirada con sentido común del pasaje, si María dejó de hacer lo que le correspondía, la consecuencia más directa es que Marta que quería agradar y servir a Jesús, se viera duplicada en las tareas. Por eso Lucas utiliza el verbo περιεσπᾶτο, que implica estar desbordada en exceso, que lo podemos comprender como una exigua preocupación de Marta ante la tarea de atender a Jesús.
Desde esto es que podemos entender claramente la irrupción de Marta en la escena: “Al fin se paró y dijo”. En medio de sus preocupaciones de ama de casa, consciente de su responsabilidad, se para y se dirige a Jesús con un aire de reclamo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Siguiendo a Malina, la actitud de Marta, que es la de quien recibe a un huésped en su casa, era de alguna manera normal. Era necesario someterlo a un examen en el mismo proceso de hospitalidad: “la prueba, una especie de medida o catalogación, tiene como objeto, sin duda, saber dónde encaja el extraño en un mundo ordenado según el criterio de pureza” (Malina, 1996, p. 278). Siendo Marta que abre la puerta para que Jesús entre, lo que implica que es ella quien hace posible el “espacio” donde se da el encuentro, es aceptable su reclamo hacia su hermana. Afirma Bovon que “Marta, que concibe su actividad como un servicio (diakonía) se siente sola, abandonada por su hermana” (Bovon, 2002, p. 139).
Por eso Marta tiene razón pues, si es importante escuchar la voz de quien llega lo es también servirle, darle de comer o de beber al huésped. Por eso Marta reclama estar sobre exigida en las ocupaciones. Aquí ocupada también implica un estar atento a las necesidades de los demás que están en ese lugar, en la casa. Marta recibe a Jesús y gracias a su ocupación en los quehaceres se hace posible el encuentro de María y Jesús. Desde la óptica marginal, este reclamo de Marta pareciera –a continuación- ser repelido por Jesús mediante su respuesta, lo que nos deja en una cierta disconformidad. Marta tiene razón de verse sobrecargada de tareas y debe ser escuchada, comprendida y valorada mucho más de lo que se nos muestra en el relato. Consideramos que, de alguna manera, esta falta de valoración de la diakonía de Marta, ha desfavorecido históricamente el lugar de la mujer en la iglesia como también el servicio de las mismas en la sociedad. Entendiendo el texto de Lucas de esta manera, toda mujer dedicada al servicio lo hace sometiéndose a un segundo lugar, o por no saber estar atenta a lo que es lo importante según la sociedad.
e) Lc 10, 41-42: Jesús le responde a Marta.
“Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada»” (vv. 41 y 42). Más allá del reclamo de Marta, Jesús la escucha y le responde de una forma que ha flechado de alguna manera la primacía de la actitud de María sobre la de Marta. Primero vemos que se refiere a ella en una repetición de su nombre: “Marta, Marta”. Es la actitud de quien intenta recalcar algo que ya debe saberse, una actitud de cierto modo compasiva, paciente. Pero también hay algo ambivalente en eta expresión de Jesús en torno a la hospitalidad. Según el estudio de Malina, hay actitudes del huésped que pueden infringir las exigencias de la hospitalidad. En este caso concreto del v. 41, “usurpando el rol del anfitrión, por ejemplo, cuando uno actúa como si estuviera en su propia casa” (Malina, 1996, p. 282). Jesús se muestra en total derecho de ironizar ante la queja de Marta, diciendo que se preocupa y se agita por muchas cosas. Ya no es un simple huésped, sino que se atreve a hablarle con voz de quien puede indicarle qué hacer y qué no. En lo que a nuestro parecer hay una falta de empatía con la responsabilidad asumida por Marta. Todo lo que ella hace es estar pendiente de la necesidad de su Señor y pareciera que éste no la valora.
Junto con esto, Jesús no sólo no le dice nada a María por el reclamo de Marta, sino que contrario a esto, le dice que ella ha elegido la mejor parte al estar escuchándolo: “La parte escogida por María es, en aquella situación concreta, la presencia del Señor y la escucha de su palabra” (Bovon, 2002, p. 142). De alguna manera hay un consentimiento de la actitud de María y una cierta reprensión de la actitud de Marta. Como afirma Piñero:
La mayoría de los investigadores considera legendario este episodio de Lc 10, 38-42 sobre todo porque parece reflejar una situación no de la vida del Jesús histórico, sino de la comunidad de Lucas; es decir, es un reflejo de la discusión comunitaria sobre qué papel debían desempeñar las mujeres en el grupo: por un lado, servir y, por otro, aprender sumisas sentadas a los pies de un maestro (Piñero, 2014, p. 89).
Si la construcción de este texto intenta mostrar la impronta de Jesús de recibir dentro de sus seguidores a las mujeres, mostrando que tanto pueden escuchar las enseñanzas de los maestros, como también dedicarse al servicio de la mesa, lo cual es muy positivo; hay que considerar que ha condicionado a Marta a un lugar de marginalidad, colocándola en un segundo plano de importancia. La atención de las mujeres dentro de la sociedad y la religión, se ven desprestigiadas ante la escucha de la palabra. Con ello nos parece conveniente considerar una nueva lectura de este texto, por un lado, atendiendo a comprender de mejor manera la respuesta de Jesús, y por otro, rescatando el valor que tiene el servicio a la hora de ser algo imprescindible para que se dé el encuentro de personas. Marta es marginada desde la respuesta “paciente” de Jesús por no hacer lo que él pretendía, pero no es valorada en lo que hace. Es gracias a ella que Jesús llega, se hace presente, se siente cómodo y enseña la palabra de Dios.
Conclusiones
A lo largo de este trabajo hemos intentado reconocer algunos aspectos del evangelio de Lucas que, a partir de la óptica de la marginalidad, posibilitan encontrar un sentido de mayor justicia con el texto y más acorde a lo que consideramos lo que fue el accionar de Jesús, a partir de su opción por los habitantes marginados de la sociedad en la que vivió. Esta mirada marginal surge con la intención de rescatar la importancia que tienen las mujeres que trabajan en el servicio de limpieza y mantenimiento de instituciones educativas de confesión cristiana y que, a partir de mi experiencia laboral y cercanía con este grupo, viven en situaciones de marginalidad y exclusión por parte de la comunidad educativa. Expondré algunas conclusiones alcanzadas en este trabajo:
1) La marginación es internalizada por ciertos grupos. Esto es lo que sucede en torno al grupo de mujeres que trabajan en instituciones educativas cristianas en el ámbito de la limpieza, donde la misma comunidad educativa –que debería actuar acorde a la fe con sus correspondientes actitudes- las margina y excluye. Es de destacar que el día 29 de julio, día dedicado a Santa Marta como patrona de las limpiadoras, es un día que nos pide tomar conciencia del trabajo del personal de limpieza, pero que, en el normal funcionamiento de las instituciones, no son tomadas en cuenta. Pero mucho peor que ello, su trabajo no es valorado: no solamente no es bien remunerado, sino que sigue siendo visto como un trabajo de segundo nivel. En esto “A menudo se analiza la situación laboral de las mujeres desde la óptica de otra posición social y se valora en forma despectiva el trabajo en el servicio doméstico” (Suárez, 1993, p. 398). Nosotros vemos en ello una gran injusticia que somete a las personas que viven de ello a una marginalidad social, que históricamente ha sido sostenida desde la cristiandad.
2) Las mujeres que desempeñan funciones de servicio y limpieza en las instituciones educativas, son marginalizadas en función de un centro de poder que tiene que ver con las decisiones, los cambios, y las disposiciones que debe tener una institución para llevar adelante su misión, que es educar. Es muy visible “La opresión estructural que sufren las mujeres, que les niega su calidad de agentes morales iguales a los hombres, es la causa más profunda de su marginación y pobreza. Mientras esa opresión subyacente, instalada en el corazón mismo de las sociedades” (Miranda-Fajuri, 2015, p. 724). En las direcciones institucionales y los llamados “mandos medios”, nunca valoran justamente el papel que cumplen estas mujeres al ocuparse del aseo general, pero también mantener embellecidos los espacios y las mismas aulas donde los niños, adolescentes y jóvenes conviven varias horas del día. En este sentido, dentro de una institución educativa, son marginalizadas y vistas en su función como en un segundo nivel por debajo de la del educador o docente. Es muy triste ver la autopercepción que tienen estas mujeres de sentirse “inferiores” a los demás miembros de la comunidad educativa. No se siente valoradas ni respetadas, pues, no valorar su trabajo es no valorar su misma persona que está en juego en las desgastantes tareas que desempeñan.
3) Junto con la marginalidad tenemos también la exclusión social que sufren las mujeres que trabajan en este servicio institucional. Ellas son excluidas por casi no existir para el resto de la comunidad educativa, salvo cuando son necesarias para “remendar” lo que está roto o para “limpiar” lo que está sucio, o “embellecer” lo que se ve feo u ordenar lo desordenado, y que exige que la institución mantenga siempre una buena apariencia. Apariencia que se debe mantener a costa de mucho esfuerzo y sacrificio de parte de estas mujeres, que muchas veces no respeta edad ni condición física. Simplemente la limpieza debe hacerse y para eso están ellas. Pocas veces se le consulta si pueden, si necesitan ayuda, sin está de acuerdo con tal o cual decisión. Solamente se les indica qué es lo que deben hacer y punto. Por eso son excluidas y transformadas en personas “insignificantes y por tanto “sin valor” a quienes el sistema se los sacude de encima como población sobrante” (Acosta, 2010, p. 8). Esta situación que conocemos de cerca en las instituciones educativas lo seguimos viendo en los diferentes ámbitos de la sociedad donde las actitudes ante estas mujeres se reiteran. Es un dato de la realidad que “Sus salarios promedios son más bajos que los que perciben los varones, ocupan puestos de trabajo de menor jerarquía y las mujeres significan el porcentaje más elevado de trabajo parcial voluntario” (Suárez, 1993, p. 397). Aún, sabiendo esta realidad, son casi invisibles ante la mirada perdida de una sociedad que no colabora en el mantenimiento de la limpieza y, que, por lo contrario, contribuye a ensuciarla.
4) De la misma manera que queremos reivindicar a Marta como modelo de discípula a través de la óptica de la marginalidad reconociendo que ha sido recluida a un lugar secundario, no sólo en la perícopa estudiada, sino a lo largo de la historia del cristianismo; también queremos alzar la voz en defensa de las mujeres que trabajan en el servicio de limpieza. Aquellos que trabajamos en instituciones educativas, deberíamos avergonzarnos de no valorar justamente a estas mujeres, ya que somos nosotros –los funcionarios docentes-, quienes las hemos colocado en un lugar marginado y en situación de exclusión. Deberemos pensar de qué manera incluir la tarea que ellas desarrollan en las preocupaciones de toda la comunidad educativa, proponiendo incluso una posible inclusión del tema como parte de la formación de los niños, adolescentes y jóvenes que estamos educando, si es que realmente buscamos un impacto en la sociedad. Desde una teología desde la óptica marginal, en colaboración con la teología feminista, dice Aquino: “quiere decirse es que desde estas mujeres se comprende el significado real de la liberación, de la fe y de la esperanza. Desde ellas se esclarece mejor en qué consiste la vida y cómo, desde ellas, podemos todas liberarnos” (Aquino, 2001, p. 24).
5) La transformación social a partir de una óptica marginal, para una vida más justa para todos, no pasa solamente por un bienestar económico –aspecto de principal importancia-, sino que también es la atención y defensa de aquellos que siguen siendo marginados en la sociedad. O acaso, ¿no son ellas las que preparan el ambiente para que se desarrolle el hecho educativo? Deberemos educar la mirada para que al leer el evangelio podamos ser más fieles a Jesús, saliendo de las relaciones vinculadas a los centros de poder y decisión, y atender en la cotidianeidad tantas personas que son marginadas y excluidas por nuestras propias decisiones. Esto nos parece fundamental para ser más coherentes con el decir y hacer de Jesús de Nazaret. Según Huguet, desde una relectura del Nuevo Testamento, hay que “reconocer lo que también Mulieris Dignitatem ha considerado la «novedad evangélica»; la sencillez y la transparencia llamativas de la conducta de Jesús con la mujer: un modo de actuar llevado hasta el umbral de tolerabilidad de su época” (Huguet, 1998, p. 118). Esto exige a todos los cristianos a continuar trabajando por una interpretación más justa con la realidad, y la óptica marginal aún tiene mucho para aportar.
Referências
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