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LO (NO) DICHO Y () PENSADO
respecto a la enseñanza de la teología
desde la perspectiva del laico
1
THE (UN) SAID AND (YES) THOUGHT
about the learning of theology in the
perspective of the laity
O (NÃO) DITO E (SIM) PENSADO:
sobre o ensino da teologia na perspectiva
do leigo
Diego Pereira Ríos*
Resumen: La intención de este trabajo es remover lo que está en la mente
de muchos pero que poco se revela en las palabras de la mayoría, acerca de
la enseñanza de la teología dentro de la Iglesia. Por eso es una invitación a
jóvenes académicos hasta teólogos y teólogas de larga trayectoria, a
cuestionar el formato actual de la enseñanza de la teología, procurando
crear posibilidades reales para todo laico o laica que sienta el llamado a
servir en la iglesia por este camino, para que pueda efectivamente hacerlo.
Son muchos y muchas los/as que quisieran estudiar teología pero no
pueden por las exigencias del mundo del laico. Esto limita la teología a
sacerdotes, religiosos y religiosas que tienen muchas veces los medios
económicos y un estilo de vida que se los hace posible. En la historia de la
Iglesia casi siempre fueron personas consagradas quienes colaboraron con
la doctrina cristiana, la espiritualidad, la ética; pero en el mundo actual de
falta de vocaciones sacerdotales y mucha deserción, de crisis en la vida
religiosa, de sinodalidad- hace falta brindar a la mujer y el hombre laicos,
mejores oportunidad de estudiar teología a nivel profesional. Si hablamos
de injusticia, necesitamos comenzar por la enseñanza misma de la teología.
Palabras-claves: Teología, Enseñanza, Laicos, Jerarquía, Justicia.
v. 39, n. 132, Passo Fundo,
p. 22-34, Jan./Jun./2022,
ISSN on-line: 2763-5201
DOI:dx.doi.org/10.52451/teopraxis.v39i132.65
* Diego Pereira Ríos, 42 años, uruguayo.
Profesor de Filosofía y Religión en
Enseñanza Media (Uruguay), Maestrando en
Teología Latinoamericana UCA, El
Salvador”, docente de teología en la Escuela
de Teología para Laicos “San Juan
Eudes” (Quito-Ecuador). Miembro de
Amerindia Uruguay, miembro de la RED
CREA Cómplices Pedagógicos para América
Latina, miembro del Proyecto “Filósofos de la
vida” (Medellín-Colombia), miembro de la
Comunidad Bremen Marcelo Barros
(Brasil), escritor en Religión Digital (España)
y en Amerindia en la Red. Libros de su
autoría: “La fuerza transformadora de la
esperanza” (Nueva Visión, 2016), “En un
camino liberador desde el Sur” (Rumbo,
2020), “Teologias para um cristianismo
libertador” (Senso, Agosto 2021).
E-mail: pereira.arje@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-2202-915X
Recebido em 01/11/2021
Aprovado em 23/05/2022
1 Este trabajo no contendrá citas de otros autores o autoras. Esto es por una elección del
autor de alcanzar una trasparencia de intención que pueda revelar lo que piensa acerca
del tema en cuestión. Con ello queremos ser coherentes con el planteo de fondo: hacer
teología implica el estudio, la reflexión pero también el desafío de decir lo que creemos
que Dios nos revela y que necesita ser dicho de la forma más clara posible. El objetivo de
este escrito es que pueda ser leído por cualquier persona interesada en estudiar teología
y perciba claramente las dificultades que tenemos los laicos.
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INTRODUCCIÓN
En este trabajo intentamos hablar de lo que todos sabemos y
muy pocos dicen acerca de la enseñanza de la teología y sus
posibilidades para el hombre y mujer laicos, sean jóvenes o adultas.
En la práctica pastoral los laicos siguen sintiéndose inferiores a los
sacerdotes, teniendo un carácter marcadamente subalterno, donde la
pasividad es su rasgo distintivo y su actividad está sujeta a la
necesidad de la comunidad, pero que se define en la decisión personal
de los pastores. Poca incidencia tenemos en las decisiones de las
diócesis a la hora de nombrar pastores o responsables de funciones
específicas de la Iglesia, donde se asigna a la gracia sacramental
recibida en la ordenación, el carácter de “maestro en la fe” y de
“gobernantes”, a muchos sujetos que no tienen ni la formación
suficiente para serlo ni las cualidades humanas. En varias oportunidades
los laicos estamos mejor formados y muchos poseemos por naturaleza
Abstract: The intention of this paper is to awaken what is in mind of
many people, but is little revealed in the words of most, about the teaching
of Theology in the Church. Therefore, it is an invitation to young
academics and even to experienced theologians to question the current
format of theological teaching, looking to create real possibilities for any
lay person who feels called to follow the Church in this way, and that it is
actually done. There are many who would like to study Theology, but can
not because of the demands of the lay world. This limits Theology to
priests and religious who often have the economic means and a lifestyle
that allows them to do so. In the history of the Church, it has almost always
been consecrated persons who have collaborated with Christian doctrine,
spirituality, ethics; but in today world with a lack of priestly vocations
and many desertions, a crisis in religious life, synodality it is necessary to
oer lay men and women better opportunities to study Theology at a
professional level. If injustice is spoken of, it must begin with the teaching
of Theology itself.
Keywords: Theology, Teaching, Lay People, Hierarchy, Justice.
Resumo: A intenção deste trabalho é despertar o que está na mente de
muitos, mas que é pouco revelado nas palavras da maioria, sobre o ensino
da teologia dentro da Igreja. Portanto, é um convite aos jovens acadêmicos
e mesmo aos teólogos experientes de questionar o formato atual do ensino
teológico, procurando criar possibilidades reais para que qualquer pessoa
leiga que se sinta chamada a servir à igreja desta forma, e que seja feito de
fato. muitos que gostariam de estudar teologia, mas não podem por
causa das exigências do mundo do leigo. Isto limita a teologia aos padres e
religiosos que muitas vezes têm os meios econômicos e um estilo de vida
que lhes permite fazer isso. Na história da Igreja, quase sempre foram
pessoas consagradas que colaboraram com a doutrina cristã,
espiritualidade, ética; mas no mundo de hoje - com falta de vocações
sacerdotais e muitas deserções, crise na vida religiosa, sinodalidade - é
necessário oferecer aos leigos homens e mulheres melhores oportunidades
para estudar teologia ao nível professional. Se falarmos de injustiça,
precisamos começar com o ensino da própria teologia.
Palavras-chave: Teologia, Ensino, Leigos, Hierarquia, Justiça.
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la capacidad de inteligir mejor la fe y enseñarla, lo que replicaría en una mejor eclesiología,
mucho más sinodal. Por eso toda persona que se sienta llamada al estudio y la producción
teológica debe entender que es una cuestión de un deber con la humanidad y que podría
enfrentarse a una concepción de Dios que quizá es errónea.
Debemos repensar la formación teológica que se sigue impartiendo en las
universidades católicas, pues muchas veces son las que acogen a los hijos e hijas de las elites
políticas, y coincide que seguramente sean los gobernantes del mañana, y que tienen la
responsabilidad ante el pueblo y ante Dios de generar políticas equitativas que mejoren las
condiciones de los más desfavorecidos. Por eso, apostar por una formacn interdisciplinar,
donde la teología se enseñe también en carreras de grado y posgrado de otras disciplinas,
puede colaborar a sembrar la inquietud de dedicarse al estudio teológico, donde la
enseñanza de los valores democráticos será fundamental. Pero sobretodo las carreras de
teología deben preparar a sus estudiantes a prestar un servicio comprometido con la
humanidad, pero que mantenga el talante profético de denuncia de las injusticias y de
anuncio de la Buena Noticia, con una mirada crítica, encarnada, comprendiendo las
diversas afecciones que sufre la vida de fe de todo ser humano que es atravesado por
preocupaciones económicas, políticas, laborales, existenciales, sociológicas, culturales y no
sólo religiosas o espirituales.
DE LAS DIFICULTADES DEL ESTUDIO TEOLÓGICO EN LA VIDA LAICAL
A la hora de hablar del estudio de teoloa dentro del mundo cristiano calico - y
quizá un poco s en el mundo protestante - debemos reconocer varias dificultades que
se nos imponen para que la teología de estos tiempos le hable al hombre y la mujer
actuales, y le sea un insumo, al menos, para que cultive una mirada s amplia y
profunda sobre la existencia humana, y que lo ayude a cuestionarse acerca de la idea
aprendida de Dios confrontada con la experiencia de tantos y tantas que viven por y
para la fe. Y no referiré en este punto a los problemas de orden académico-intelectual, o
lo que hace referencia a ser un don-vocación donde alguien siente un llamado especial a
la tarea teológica. No. Quiero detenerme en aspectos que muchos son capaces de
percibir, pero que muy pocos los denuncian concretamente y que dificultan el estudio de
la teoloa por parte de hombres y mujeres laicos/as que quieren dedicarse, y que
muchas veces no pueden hacerlo. Esto me parece de orden primario si es que
consideramos que la teología es una disciplina necesaria para la formación de cristianos
que profundicen su fe en un mundo cada vez s complejo, y en una Iglesia cada vez
s necesitada de repensarse para renovarse.
Desde el punto de vista de una teología laica - desarrollada por personas que no
hacen votos de vida religiosa - que puedan estudiar hombres y mujeres de familia, esposas
y esposos, madres y padres, jóvenes en situación de noviazgo, con una vida que implica
estudio, trabajo, responsabilidades, crianza de hijos, etc.; considero que un gran desafío
que no se toma en cuenta es el tema del financiamiento de los estudios teológicos.
Hablamos del problema económico. Dentro del ámbito católico, las universidades, facultades
o institutos de teología, mantiene unos aranceles en un nivel muy costoso para los
ingresos medios que percibe un laico o laica. El costo de vida que permita llevar adelante
una familia, la búsqueda de los ingresos mínimos que hacen posible una vida digna para
que una familia se desarrolle también según el plan de Dios, es hoy un problema cada vez
más acuciante. En este sentido, la gran mayoría de las universidades que ofrecen carreras
para el estudio profesional de la teología, no tienen en cuenta esta situación. Hoy más que
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nunca el laico debe estar en el mundo, allí es su lugar propio, y es allí donde debe ejercer la
inteligencia de la fe que le impone ser un experto en humanidad. Humanidad que la
aprende en el ejercicio de sus responsabilidades sociales y familiares con un maduro
desarrollo espiritual y doctrinal.
Junto con el problema económico -donde insisto en el alto costo que implica para
que un/a laico/a pueda estudiar- existe el problema del tiempo que se pueda dedicar al
estudio. Sabemos que cualquier carrera profesional elegida por una persona tiene estos dos
desafíos: el problema económico y el problema del tiempo de dedicación. Pero en el caso
del estudio de la teología se revela un doble problema alrededor del tiempo: por un lado,
porque son muy pocos los que pueden trabajar y vivir de la teología, ya que los salarios que
se pagan por docencia y/o investigación siempre son bajos. Por otro lado, esta situación
implica que la vocación teológica puede surgir en un tiempo de madurez de la persona y
donde ya se tomaron las opciones más fundamentales (pareja, familia, hijos, profesión,
trabajo). Por tanto, a la hora de plantearse el estudio de la teología se tiene que contar con
el factor tiempo. Tiempo de estudio, tiempo de preparación, tiempo de reflexión, tiempo
de investigación, tiempo de oración y meditación, tiempo de conocimiento del ser
humano inserto en las realidades con todas sus complejidades. Y esto es lo que muchas
veces nos falta a los laicos: tiempo. Las responsabilidades laborales y el tiempo que implica
dedicarse a la familia, hace necesario ser un gran artesano del tiempo para aquellos que
quieran dedicarse a la teología de manera profesional.
Si bien es verdad que la pandemia fue el gran impulso que necesitaba el mundo
académico para dar el gran salto a los cursos virtuales, no podemos asegurar n que esta
sea la mejor opción para estudiar teología. Pero de alguna manera esta nueva modalidad de
enseñanza es una posible solución para muchos laicos y laicas que no tienen las
condiciones económicas y no cuentan con el tiempo necesario para dedicarse a la teología,
tal como se sigue planteando su estudio hoy. Creo que aún hay que seguir resolviendo el
problema económico, pues una licenciatura o una maestría, aún en modalidad virtual,
sigue siendo costosa para la gran mayoría. Pero aun así vale el desafío y el esfuerzo. Porque
¿qué otra opción nos quedaría? Para los laicos/as que queremos dedicarnos a la teología, si
no tenemos acceso para autofinanciarnos la formación, nos deberemos conformar con
cursos eclesiales a modo de introducción al universo teológico. Los cursos pensados para
los/as laicos/as en las diócesis casi siempre son apenas aproximaciones y con la idea de una
utilidad práctica concreta en lo pastoral. Es una teología “rebajada con agua”. No hay un
verdadero interés en la gran mayoría de la jerarquía, de que los laicos nos dediquemos de
lleno al estudio de la teología profesional.
UN PROBLEMA MÁS AMPLIO: LA EDUCACIÓN FORMAL BÁSICA
El punto anterior refería al estudio teológico teniendo en cuenta que los laicos/as
que quieran dedicarse a él, poseen una buena formación básica (primaria y secundaria) o al
menos, que puedan demostrar poseer el manejo mínimo de las herramientas necesarias
para un estudio universitario. Pero me quiero detener en cuanto a los requisitos necesarios
para el estudio de la teología que exige un cierto grado de formación en un pensamiento
crítico, en tener la capacidad de una reflexión profunda, de tener una cierto acopio
memorístico, pero también de un pensamiento encarnado en la realidad del siglo que
atravesamos. En la vida de toda persona estas capacidades son desarrolladas y potenciadas
en el ámbito de la educación formal básica, sea pública o privada, que de alguna manera
preparan al joven a proseguir con un estudio universitario. En esto percibo varios
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problemas que, si bien no lo impiden, dificultan aún más el estudio teológico. Dentro de
ellos tenemos: la mala formación en competencias propias para la teología, la formación
en un paradigma positivista con el acento de las ciencias descuidando las humanidades, la
mala formación filosófica, la de-formación religiosa que muchas veces sufren los
adolescentes, incluso dentro de las instituciones confesionales; entre otras. Hablaré de
algunos de ellos.
El pensamiento occidental que ha marcado nuestra forma de ser y de vivir, es heredero
de un pensamiento eurocentrista con caractesticas que limitan la necesidad que tiene la
teoloa hoy, de pensar la presencia de Dios en la historia concreta. La modernidad que ha
dejado el individualismo, el intelectualismo, la primacía de las ciencias sobre las
humanidades, junto con el pragmatismo, ha dejado de lado la filosoa como una disciplina
fundamental en las cuestiones que dan sentido a la vida humana. No vemos aquí lo que se
entena en el medioevo sobre la filosofía como sierva de la teología (ancilla theologiae), sino
que la losofía posibilita un pensamiento cuestionador, disconforme, dubitativo, que
posibilita siempre realizar nuevas preguntas ante las infinitas situaciones que la vida misma
nos presenta. Sin esta enseñanza filosófica en la educación básica escolar cualquier adulto no
tendrá un pensamiento ctico que le posibiliten un estudio teológico maduro y eficaz.
Refiero eficaz aludiendo a la produccn de conocimiento que colabore con el hombre y la
mujer de este tiempo. Las csicas preguntas metasicas sobre el ser, el alma y Dios, deben ser
actualizadas en un mundo cada vez más tecnogicamente digitalizado donde la vida se ha
mecanizado de forma tal que unos hombres deciden la vida y el destino de muchos que no
están ni siquiera preocupados por pensar. Ya no hay preocupación por lo que hay al final de
la vida, sino que vivimos en el paradigma delvivir el a” (carpe diem, dian los romanos).
Por otro lado tenemos el problema de seguir viviendo bajo un sistema-mundo
enmarcado en el neoliberalismo y un capitalismo que obligan a los sistemas educativos e
instituciones, a cumplir con ciertos requisitos impuestos por el mismo sistema, si es que
quieren sobrevivir. Esta sobrevivencia tiene que ver con la formación de sujetos que sean
la mano de obra productiva que le sirva. Sean instituciones blicas o privadas las
exigencias son las mismas. Es el sistema capitalista que prepara personas para que dicten
desde el lugar de “expertos” los planes educativos, que impulsen nuevas corrientes, que
elaboren las herramientas, que planteen las exigencias y las reformas necesarias que
siempre están a favor del sistema y no del ser humano. Por eso las instituciones educativas
no tienen mucha libertad en favorecer la formación integral de su alumnado, con un gran
descuido de la dimensión religiosa o el sentido de trascendencia, pues la exigencia recae
sobre el aprendizaje de las disciplinas que capacitan al sujeto para cumplir su función
dentro de la sociedad. Esto limita desde la más corta infancia el horizonte existencial de los
sujetos y las sociedades.
Sin duda que, países que poseen un más arraigado secularismo, hay una preocupación
mayor por esta enseñanza en el ámbito público, pero el sistema educativo privado no
escapa a esta situación, incluso las instituciones educativas confesionales. Esta es mi mayor
preocupación pues, bajo el discurso de ser escuelas o colegios religiosos, muchas
instituciones no tienen ni el personal formado para la enseñanza religiosa adecuada, y
tampoco llega a ser una prioridad real. Lo religioso actúa como un agregado en la currícula
que intenta cuidar la herencia fundacional a modo de máscara, pero en su interior no hay
un efectivo desarrollo de una enseñanza religiosa. Entiendo por enseñanza religiosa
aquella que cuenta con una buena formación filosófica y una apuesta a un pensamiento
crítico que cuestione la misma religión enseñada. Lejos de esto, lo más común es una
enseñanza repetitiva, de una memorización de fórmulas y conceptos, con casi una
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sumisión a prácticas religiosas que no contagian. Si pensamos que la enseñanza religiosa
asegura una maduración del sujeto en la vida de fe y que le facilita una decisión pensada de
adherirse a un grupo religioso, nada de lo que hoy sucede en el interior de las instituciones
de formación básica colabora en ello.
¿SIGUE SIENDO NECESARIA LA TEOLOGÍA EN EL SIGLO XXI?
Esta es una pregunta que no podemos evitar y que debemos intentar responder, al
menos desde un acercamiento humilde y cauteloso, pero que nos exige a cada cristiano y
cada cristiana, dar razón de nuestra esperanza acerca de la pertinencia de la teología. En
primer lugar considero que cualquier autoridad eclesial, sobre todo dentro del ámbito
académico y que se dedique a la formación teológica, tiene que sentirse muy interpelada
por esta pregunta. Es la jerarquía eclesial (cardenales, obispos, sacerdotes) la que debe
preguntarse si lo que siguen manteniendo como sistema formativo en teología, es eficaz
para las exigencias de estos tiempos. Esto tiene que ver con que la formación teológica
propiamente dicha es cuestión de sacerdotes y/o religiosas que muchas veces deben
mantener el criterio de mantener la integridad de la institución, el cuidado de la Doctrina,
y que pocas veces tienen la libertad de cuestionarlas. Tenemos casos de muchos hombres
que cuestionaron y que han pagado las consecuencias (Leonardo Bo, Hans Küng),
como también mujeres que han desarrollado una teología feminista y antipatriarcal que
siguen siendo minimizadas (Ivone Gebara, Teresa Fourcades).
En un Iglesia Católica en crisis, donde cada vez es más cuestionado el celibato
obligatorio para el sacerdocio, donde la mujer sigue siendo sometida a un lugar
secundario, donde la vida religiosa es cada vez menos atractiva como camino de
realización, donde también vemos una avanzada de un cristianismo evangélico unido a los
poderes políticos unificados en una visión intransigente y conservadora, es urgente una
autocrítica en cuestiones de enseñanza de la teología. Desde el Concilio Vaticano II la
Iglesia entró en un continuo proceso de autoevaluación, luchando entre polos
conservadores y liberales o progresistas, pero que nunca puede estar tranquila de haber
alcanzado una autocomprensión que la pueda llevar a la estabilidad. Luego del retroceso
que vivimos con los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, el impulso de Francisco
por una iglesia sinodal no ha tomado el tema de la formación teológica de los laicos y laicas
como tema urgente. Si queremos un cambio sustantivo en la dinámica pastoral eclesial
necesitamos hombres y mujeres formados en teología y que colaboren con sus intuiciones
personales y comunitarias a una renovación continua de la iglesia.
Pero incluso en la vida cotidiana de las personas ¿qué lugar tiene la teología como
disciplina académica que intenta dar luz a los desafíos de la vida cristiana? De alguna
manera aún pervive entre nosotros la dependencia de la jerarquía en las cuestiones de fe.
Sea por las prácticas sacramentales o por la necesidad del consejo o el acompañamiento
espiritual, el laico/a se sigue percibiendo como dependiente de un sacerdote para recibir
ayuda o consejo en materia de fe. Son muy pocos los laicos que aún se animan a desafiar las
decisiones de sus pastores, o que se proponen una carrera teológica para comprender
mejor su fe. Esto redunda en una percepción infantil de la vida cristiana y que es lo que
seguimos viviendo a la interna de la Iglesia. Y esto es una cuestión que parte de dos ideas:
la primera, que la vida consagrada es aprendida como superior a la estilo de vida laical en
lo que refiere al estatus sacramental, y por otro, a las pocas oportunidades de acceso a la
formación teológica por parte de los laicos, lo que deriva en una cierta ignorancia en estas
mismas cuestiones. Mientras los laicos no posean la formación necesaria para conocer
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profundamente el don de la fe y su dimensión eclesial, serán siempre limitados en sus
cuestionamientos acerca del proceder de la jerarquía.
Un ejemplo importante en este sentido es el que muchos laicos y laicas no tienen ni
idea de que poseen el sensus dei, que es el don de Dios concedido a todo/a creyente y que
lo capacita para comprender su fe y sobre todo le ayuda en su discernimiento personal,
para luego compartirlo en la comunidad. Mediante el sensus dei, la persona que cultiva
una vida espiritual de oración, de formación, de diálogo, de procurar vivir con cierta
madurez, es guiado por Dios y con ello son muchos los laicos y laicas alcanzan una vida
ejemplar y son valiosos testimonios de vida. Hago esta puntualización porque en la
práctica pastoral concreta - insisto - los laicos/as estamos siempre dependiendo de los
sacerdotes. Y esto sigue siendo así por falta de una formación teogica que nos capacite a los
laicos a hacernos cargo de una forma más responsable de las cuestiones de la iglesia, pero que
siempre está limitada por cuestiones de aspectos canónicos. Por eso considero que es
necesaria una reforma en la educación teológica. Sin una reforma educativa la pregunta es
muy difícil de responder, pero por eso prefiero plantearla en forma de cuestionamientos.
LA FORMACIÓN TEOLÓG ICA INTERDISCIPLINAR
¡Qué riqueza sería para la iglesia que muchos cristianos y cristianas estudiaran
teología y aportaran al discernimiento, unificando sus reflexiones realizadas desde sus
profesiones elegidas! Hablo del aporte que puede hacer un sociólogo/a, un abogado/a, un
maestro/a escolar, un mecánico/a, un ingeniero/a, un panadero/a, un artesano/a con una
buena formación teológica. Hay varios campos de la existencia y de la teología que podrían
enriquecerse en gran manera si fueran desarrolladas desde un pensamiento teológico
laical. Lamentablemente aún seguimos estudiando teología sacramental del Matrimonio
elaborada por hombres célibes, que siguen espiritualizando una realidad muy compleja y
difícil, que solamente la conocen los casados. Lo mismo podemos decir de la teología
espiritual que no logra ayudar a los jóvenes a optar por integrar a su proyecto de vida la
amistad de Dios, la cercanía de Jesucristo. Pienso que la crisis de los matrimonios, la falta
de jóvenes en la iglesia, como tantos otras caras de la misma crisis, tienen un inicio: la
caducidad de una comprensión de la vida cristiana que no logra una actualización, una
apertura a los desafíos actuales y que deben ser llevados a cabo por laicos.
Es por ello que un estudio serio de la teología debe incluir un necesario
acercamiento a algunas disciplinas que colaboran en una mejor comprensión de las
verdades de la fe y posibilitan una mayor comprensión del mundo actual donde debemos
vivirlas. En primer lugar destaco el estudio de la sociología. La sociología ha colaborado
históricamente a desentrañar los meandros de la teología hegemónica que ha colaborado
con sistemas totalitarios que han limitado la libertad humana y que ha oprimido las
conciencias. La teología desarrollada en varios momentos de la historia - y que hoy reflota
en nuevos movimientos político-religiosos - ha justificado la autoridad religiosa aun
cuando ésta ha actuado en contra de sus propios feligreses. Es un hecho que la sociología
demuestra en sus estudios la necesidad de lograr comprender la construcción de normas
sociales y culturales, y la descripción de ciertos comportamientos individuales y grupales
que siguen siendo condicionados cuando las autoridades religiosas tienen una gran
influencia en parte de los miembros de la sociedad. Hay grandes rasgos de alienación que
deben ser desenmascarados que son aportes propios de la sociología y que le hacen mucho
bien al estudio de la teología.
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Lo mismo podemos decir de la filosofía que ya hemos adelantado anteriormente. En
este sentido hoy es fundamental una filosofía que nos ayude a desarrollar la capacidad
reflexiva que cuestione el orden político, social y económico existente. Aún más, es una
exigencia desde una filosofía realizada desde Latinoamérica que lucha por ser una filosofía
descolonizadora en su teoría, y liberadora en su praxis. La filosofía que procure darle
herramientas al teólogo o teóloga actual, debe concientizar que sí, se podrán seguir
utilizando ciertas categorías o conceptos filosóficos de la tradición, pero que nos exige una
concreta aplicación de esas ideas a la realidad, si es que queremos actualizar el lenguaje
teológico para que pueda iluminar la vida cristiana. Con ello, una teología cristiana que
sigue siendo fabricada a partir de la filosofía helenística y medieval, debe ser superada. Y
digo superada, no rechazada. Superada en colocar al hombre y la mujer en el mismo puesto
ante el cosmos y recuperar el pensamiento femenino que ha sido históricamente
descartado por una filosofía machista y patriarcal. La filosofía que colabore con la teología
debería tener más rostro y voz de la mujer, de los negros, de los pueblos originarios, y de
todos aquellos que han sufrido el silenciamiento de su voz a lo largo de la historia.
También es necesario un estudio detenido de la ciencia donde no podemos dejar de
lado el gran aporte que ha realizado a los largo de los siglos y donde sigue cuestionado el
lugar del ser humano en el conjunto de la creación. Por un lado debemos revalorizar los
avances de las últimas épocas, sobre todo en la squeda de la vacuna contra el Covid-19,
pero tambn en el campo de la Genética y la Inteligencia Artificial. De todos modos, desde el
ejercicio del pensamiento crítico, no podemos dejar de marcar las limitaciones y los efectos
negativos que carga la ciencia - al menos potencialmente - cuando es impulsada por intereses
egoístas para favorecer a unos pocos a cuestas del sufrimiento de millones. Así como el
feminismo es un reclamo de la creación y que bajo argumentaciones científicas, demuestra
que la mujer fue sometida al hombre, de la misma manera hoy el planeta está en peligro por
el sometimiento ejercido sobre la Tierra. Pero en esto insistimos que los males aparejados
por la ciencia son consecuencia de una ignorancia planicada, que impide brindar los
elementos suficientes de discernimiento. Junto a ello, la falta de empatía en la mente de los que
dominan el mundo, no buscan favorecer a la humanidad. Otro tema es la situación de los
científicos esclavizados a trabajar para servir a empresas capitalistas y no en favor de la ciencia.
Por eso también es muy necesaria una formación ética para que los teólogos y
teólogas asuman un compromiso moral con la humanidad. Quien sea llamado a servir
desde la teología está invitado a ser un “despertador de conciencias” para lo cual su vida
debe ser coherente con la fe profesada y con los pensamientos elaborados. El teólogo está
llamado a una continua purificación de aquellas inclinaciones egocentristas que se le
adhieren del mundo, para prestar un servicio donde sea capaz de hacer escuchar la voz de
Dios que se revela en su interior y que ha resonado en la comunidad eclesial, en comunión
con el contexto cultural. Visto así, pareciera una tarea titánica, pero no podría ser de otro
modo. Un ejemplo es el tema de la identidad de género, que sigue siendo polémica y que
sigue causando división a la interna de la iglesia. Hay tantas voces disímiles que muchos
cristianos que no saben bien qué pensar. Partir de la realidad, tomar los aportes de la
ciencia, exige una madurez ética en pos de cuidar a la humanidad, sobre todo cuando
venimos de un cristianismo que ha moralizado la vida cristiana, convirtiéndola en una
exigencia de comportamiento. Con ello se ha demonizado las relaciones sexuales, cuando
sabemos que es una de las expresiones más hermosas del amor que, como parte del
crecimiento humano, tiene su aciertos y errores, pero que siempre nos van llevando hacia
Dios. Históricamente el cristianismo ha sido más la religión del “no” que del sí: a la vida,
al amor, a arriesgarse a vivir, a buscar juntos un camino. En fin: a un Dios-amor
que nos acompaña en todo pues conoció las dificultades de la vida.
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PLURALISMO RELIGIOSO E INTERCULTURALIDAD
Toda persona que sienta el llamado a llevar una vida de estudio y producción
teológicos, debería prestar cierto juramento ante la necesidad de apostar al respeto y
promoción del pluralismo religioso. Si bien desde hace muchos años - sobre todo luego del
Concilio Vaticano II - la teología ha sido cuestionada tanto por las religiones históricas
como por los nuevos grupos o movimientos religiosos, estamos en una época de un cierto
retroceso. Grupos fundamentalistas han copado la escena que ha sido descuidada por las
religiones históricas que adolecen de líderes fuertes y visibles. La llamada “tolerancia
religiosa” malentendida, deviene en ignorancia sistemática que la entiende como aprender
a “soportar” o “aguantar” lo diferente. Con ello muchos grupos religiosos que, si bien
conviven, no son capaces de generar un diálogo constructivo en favor de todos. Debemos
trabajar en una apertura respetuosa a los movimientos y comunidades religiosas pero
guardándonos el derecho a dudar de que algunos de ellos puedan no ser verdaderos
caminos de realización humana y que reditúen en un mundo más plural. Sabemos que la
pluralidad enriquece pero no hay claridad acerca de sus alcances o sobre la manera de
vivirla más constructivamente.
Varios son los tlogos que hacen años adveran al universo teológico calico la
necesidad de trabajar sobre la conciencia del pluralismo religioso (Jaques Dupuis,
Raimon Panikkar) y en Latinoamérica se fue formando junto con la Teoloa de la
Liberacn, un grupo de tlogos y teólogas que se fueron metiendo en la misma
dinámica (Paul Knitter, Marcelo Barros, Faustino Teixeira, Diego Irarrázaval). En este
último tiempo es de destacar la propuesta del teólogo y pastor metodista brasileño,
Claudio de Oliveira Ribeiro, que viene contribuyendo a través del principio pluralista
como una nueva forma de interpretar la realidad desde sus diversos aspectos para lograr
desarrollar una mejor comprensión de la dinámica ecuménica, a partir del
posicionamiento desde la alteridad. O el caso del teólogo -también brasileño - Marcelo
Barros con sus estudios y aprendizajes desde el contacto y la convivencia con las
religiosidades de matriz africana. Dimensionar las limitaciones de una reflexn ego-
centrista (desde el blanco calico europeo) hace posible a una apertura integradora
desde el otro (el negro, el indio, el indígena, etc.), a partir de una mediacn teológica
que intente hacer visible los grupos que no entran en el esquema del mundo que
normalmente planteamos. Es mucho más que superar la mera inclusn desde el rol
activo. Se trata de ser incluidos desde la cosmovisn y religiosidad de los otros, desde
un lugar pasivo, secundario, dendonos enseñar por los demás grupos religiosos.
Esta conciencia de un nuevo paradigma teológico, el del pluralismo religioso,
implica que la teología cristiana salga del lugar principal, se saque el traje de autoridad ante
el mundo, y se coloque al servicio humilde de construir una nueva forma de conexión de
aquellas ideas que construyen a la humanidad. Esto también implica abrirse a la
interculturalidad. Lo que sostenemos acerca del pluralismo sucede en lo que refiere a las
diversas culturas: lo que más se percibe es una cierta tolerancia, un cierto convivir entre
distintos/as, pero aún nos queda un largo camino a recorrer para que las culturas puedan
dialogar, intercambiar y enriquecerse mutuamente. Sobre todo en Latinoamérica seguimos
sufriendo la discriminacn por causas culturales, y vemos que, aún en estos tiempos,
seguimos siendo testigos de la imposición del pensamiento europeo sobre el pensamiento
indígena, africano u oriental. La interculturalidad es una emergencia hoy más que nunca, un
imperativo universal que nos obliga a repensar la formación que seguimos recibiendo y
sobre todo, en la enseñanza teológica, rediseñar los programas que siguen generando la
conciencia de un cristianismo con aires de superioridad ante las demás culturas y religiones.
RÍOS, Diego Pereira
Lo (no) dicho y (sí) pensado: respecto a la enseñanza de la teología desde la perspectiva del laico
Revista Teopráxis,
Passo Fundo, v.39, n.132, p.22-34, Jan./Jun./2022. ISSN On-line: 2763-5201.
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Una enseñanza teológica intercultural debe integrar en su formación las verdades de
fe reveladas también a los demás pueblos y naciones, desde el mismo pueblo de Israel hasta
las diversas culturas ancestrales existentes en los demás pueblos. Existen tradiciones
históricas que acuñan un hermoso saber cultural, filosófico y religioso que muchas veces
son totalmente ignorados por la gran mayoría de los teólogos que siguen estudiando la
teología hegemónica e imperial propuesta por el cristianismo. El monoteísmo judío que
dió paso al cristianismo, junto al influjo del monoteísmo islámico, siguen dificultando la
aceptación y la integración activa de las tradiciones religiosas africanas, la sabiduría de los
pueblos originarios, así como la larga trayectoria de las filosofías orientales que nutren el
panorama mundial. Ni siquiera es aceptado como riqueza el mestizaje en el cual vivimos y
que ha impregnado la historia latinoamericana con aportes que nos posibilitan una nueva
concepción del hombre y la mujer, de Dios, no solo como Padre sino también como
Madre, y del mundo como el lugar de la realización, donde ya está implantado el Reino que
anunció Jesús. Quien quiera estudiar teología debe percibir el colonialismo mental y
cultural que aún nos ciega y que sigue privilegiando el logos y despreciando el mito, desde
la misma antigüedad griega, para rechazarlo purificándolo y luego integrarlo a un todo
mucho más amplio que él.
POR UNA TEOLOGÍA CONSTRUCTORA DE DEMOCRACIA
Vivimos épocas donde los valores democráticos están en crisis, donde dudamos de
que lo que estamos viviendo en muchos de nuestros países latinoamericanos sean
regímenes democráticos. En la actualidad, la democracia más extendida es la representativa
entendida como sistema de gobierno en donde la participación popular –el accionar del
pueblo- tiene una moderada incidencia en las decisiones políticas, pero que se fundamenta
en la elección de su representantes en el gobierno. Esto colocaría al pueblo como el sujeto
del universo político, el sujeto activo que decide e incide en la vida política de una nación.
Claro está que esto no sucede, no sólo porque los representantes actúan en lugar del
pueblo, pero sobre todo la realidad nos muestra que en muchos casos el pueblo no es
escuchado. Por lo que la eficacia de la democracia - y pero aún su veracidad - como sistema
de gobierno, sigue en el plano de la indefinición y la incertidumbre. En medio de ello, la
institución Iglesia sigue siendo entendida de forma piramidal, a modo de una monarquía,
lo cual le resta autoridad a la hora de sus críticas al sistema. Si queremos colocarnos como
ejemplo primero debemos cambiar nuestra forma de vivir y experimentar la fe, para luego
proponer un cambio en el mundo.
En este tiempo donde las comunicaciones vuelan a una velocidad nunca antes vista,
el fenómeno de la globalización nos ha sometido a vivir en un mundo donde todo
pareciera ser igualmente aplicable, sin importar el lugar en donde estemos. Desde nuestros
dispositivos tecnológicos podemos acceder a una visita virtual a cualquier parte del mundo
y podemos tener en pocos días un producto comprado en cualquier parte del mundo, a
través de diversas plataformas. En este sentido podemos sufrir una especie de
esquizofrenia que determina nuestros comportamientos cotidianos a raíz de la
incomprensión del fenómeno de la globalización. Por un lado afirmamos la necesidad de
partir desde nuestros contextos geográficos, el respeto a las tradiciones culturales de
nuestros países y regiones, pero por otro, no podemos luchar con un enemigo a escala
mundial que intenta meterse en lo más profundo de nuestra conciencia, intentándonos
convencer que debemos ser “ciudadanos del mundo”. La digitalización de la vida nos
empuja a navegar cada día en una marea de estímulos que nos distraen y nos quitan la
posibilidad de ocuparnos de las cuestiones políticas más cercanas.
RÍOS, Diego Pereira
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A partir de esta constatación percibimos la gran contradicción existente en la
enseñanza de la teología tal y como se sigue planteando hoy. Por un lado, la formación
democrática requiere el libre uso de la libertad de elección, que permita a cada ser humano
su realización personal y que incluya la comunidad a la que pertenece, como también la
defensa de los Derechos Humanos que incluyen la libertad y el respeto de la conciencia.
Por otro, la formación teológica ejerce una limitación de las posibilidades del sujeto que la
estudia de realizar críticas correctivas y constructivas del sistema religioso aprendido. Sin
duda que hay una primera elección en esta decisión - la de estudiar teología católica, por
ejemplo - pero si esta teología quiere promover la universalidad que está como supuesto
fundamental, debe entrenar justamente en la práctica democrática del diálogo, del
consenso, de la cooperación mutua en el resolución de los problemas de la religión en
cuestión, como parte del entramado humano. Y sabemos muy bien que poco puede
cuestionar su propia fe un teólogo o teóloga sin que corra el riesgo de ser sancionado/a.
Si desde la catequesis enseñamos a nuestros niños y niñas a la obediencia, si la
preparación a la adultez cristiana sigue siendo la enseñanza de las rmulas y los símbolos
de la fe cristiana, con inducción a un sacramentalismo reiterativo que lejos está de la vida
real, no estamos en un buen camino. Si la enseñanza teológica quiere ser s efectiva en
cuanto a la construcción de valores democráticos, debe incluir una teología política que
revele el sistema de opresión que ha marcado nuestra historia y donde la alianza religión-
política ha sido uno de los daños más grandes ocasionados a la humanidad. La denuncia
protica de teólogos como Johann Baptist Metz en Europa o de Gustavo Gutiérrez en
Latinoamérica, no sólo incluyeron el desenmascaramiento del sistema económico y político
que sometió a las masas indefensas, sino que fueron críticas a la misma mentalidad religiosa
que, activa o pasivamente, por acción u omisn, fueron cómplices y responsables de la
muerte de muchos de nuestros hermanos y hermanas. La teología debe estar siempre del lado
del oprimido, del que sufre, del excluido y denigrado, si quiere ser fiel a Jesús de Nazaret.
LA URGENCIA DE LA TEOLOGÍA FEMINISTA
En un mundo dominado por los hombres, sigue siendo muy preocupante el lugar de
la mujer históricamente sometida y colocada en un lugar de inferioridad. Ya son
inaceptables las teologías que se fundamentan en el primer capítulo del libro del Génesis:
de una mujer que fue creada desde y para el hombre. Esta relación de dependencia unívoca
no tiene ningún fundamento pero lamentablemente sigue estando presente en la reflexión
teológica. Incluso la teología paulina que llama a la mujer a la obediencia al varón, y del
varón a Jesucristo, ha dado pie a toda clase de atrocidades. Quizá en la teoría muchos
teólogos varones han sido capaces de intentar revertir esta situación, también escuchando
a muchas teólogas que insistentemente denuncian esta situación, pero en la praxis de la fe
cotidiana no se percibe lo contrario. El accionar de la Iglesia institucional sigue colocando
al varón como el único capaz de responder al llamado de Dios a servir como sacerdote, en
una vida entregada al servicio, donde incluso se le impone el celibato como norma, tan
cuestionado y difícil de llevar a la práctica.
Si bien el papa Francisco intenta llevar adelante cierta reestructura en la forma
piramidal que aún tiene la iglesia, aún falta mucho. No basta colocar a una teóloga como
Emilce Cuda en un lugar de consejera de las Iglesias particulares dentro de la Comisión
Pontificia para América Latina. Es necesario otorgarles lugares estratégicos a muchas
mujeres que dentro de la Iglesia abogan por un reconocimiento real de la mujer, no sólo
dentro de la Iglesia actual, sino que también en la historia de la Salvación. Digo que este
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acto del Papa no basta, pero es una buena señal, nunca antes vista en la Iglesia. De todos
modos, son muchas las teólogas feministas que han decidido ser duras pero muy sinceras
en describir la situación de sometimiento de las mujeres. La teóloga feminista Elizabeth A.
Johnson refiere a la necesidad de una justicia bíblica que retoma las diversas imágenes de
Dios cargadas de femineidad que revela la capacidad del cuidado amoroso hacia el ser
humano. También es fundamental el lugar de la mujer en el accionar de Jesús como parte
del grupo primero que recibe sus enseñanzas, así como fueron ellas las primeras testigos de
la resurrección. Esto sin nombrar que de una mujer - María - nos vino la Salvación.
En este sentido muchas son las teólogas como Ivone Gebara, María Pilar Aquino,
Elsa Tamez, María José Caram, Rosa Ramos, entre tantas otras, que desde un estudio serio
y profundo unido a un compromiso social y eclesial militante, abogan por reivindicar el
lugar de la mujer en la Iglesia y la sociedad. Esto implica que los hombres de Iglesia renuncien
al patriarcado tan arraigado que tanto mal nos sigue haciendo, pero que también implica
una nueva conciencia planetaria. A los hombres nos falta mucho para reconocer que sin la
mujer, tanto dentro de la religión como en el centro de la sociedad, ni siquiera nosotros
mismos existiríamos. La mujer ha sido capacitada en su naturaleza para traer la vida al
mundo y eso ya la coloca en un lugar de primacía. Nos entristece seguir siendo testigos de
la superioridad con la que se mueven los hombres dentro de la Iglesia, cuando siguen
siendo las mujeres la gran mayoría y que la sostienen y enriquecen con una religiosidad que
engendra vida, en oposición de una masculinidad que basada en un rigorismo legalista,
promueve la obligacn y el cumplimiento, algo muy lejano de la enseñanza evangélica.
El mal del patriarcalismo sistémico existente, y que también es promovido por las
enseñanzas de la Iglesia, mantiene la costumbre de la sanción a todo intento de reclamo
de los derechos de la mujer, lo que nos revela el miedo que deviene en cerrazón e ira
ante las voces femeninas que cada vez gritan con s fuerza. Los males sociales del
feminicidio, el mercado de la pornografía y la prostitución, la poca posibilidad que
tienen las mujeres de llegar a cargos políticos de decisión, siguen mostrando la
conveniencia de esta situacn. ES una necesidad del sistema patriarcal mantener a la
mujer bajo control, sometida al hombre, dominada por él, para mantenerla limitada de
los reclamos que muchas quieren presentar ante el mundo. Son varios los mecanismos
culturales que siguen socavando la posibilidad de las mujeres para que puedan
desarrollarse en una total libertad y que sus derechos sean reconocidos. La lucha de la
teoloa feminista tiene la capacidad de incluir en su lucha a los grupos que
hisricamente han sido discriminados por cuestiones de género, raza o clase, y por ello
se autoconcibe como una teoloa inclusiva, donde de nuevo se remarca el talante del
cuidado propio de la mujer. Incluso ellas promueven el eco-feminismo revelando las
caractesticas femeninas de la Tierra y la necesidad de su defensa.
CONCLUSIÓN: UNA EDUCACIÓN TEOLÓGICA A FAVOR DE LA JUSTICIA SOCIAL
Llegando al final de este escrito donde hemos expuesto alguno de tantos aspectos
que deben preocupar a quien quiera dedicarse al estudio de la teología, queremos
simplemente reafirmar el primer llamado realizado al inicio: hacer teología es una cuestión
de sentir el llamado a servir a la humanidad y de purificar nuestra compresión de Dios. Y
como muchas veces esta comprensión sirvió a la jerarquía para dominar a la feligresía,
debemos revisar el modo y la finalidad del estudio de la teología en la actualidad. La
situación del mundo actual y de la iglesia hace necesario un debate acerca del tema. En
esto, tiene un lugar fundamental la opinión de los laicos y laicas que quieran dedicarse a la
teología y proponer cambios efectivos para una Iglesia que camine hacia un discipulado
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más comprometido. Las estructuras actuales del universo teológico no permiten que el
laicado tenga reales posibilidades de contribuir a la reflexión, mientras la propuesta
académica siga en manos únicamente de la jerarquía sin tomar en cuenta las dificultades
que presenta esta estructura para hombres y mujeres de familia, y los venes que puedan
ver en el estudio teológico un camino de realización.
Si la teología quiere estar a favor de la justicia social debe comenzar por cuestionar si
su forma actual de enseñanza y aprendizaje promueve valores de justicia, y si toda persona
que quiera estudiar tiene los mismos derechos y posibilidades. Y por todo lo expuesto aquí,
de forma clara y sencilla, vemos que esto no se cumple. La teología sigue guardando un
cierto halo de oscurantismo al público en general. En lo que respecta al laico son pocas las
posibilidades de una preparación de nivel profesional que promueva la enseñanza e
investigación debido a las pocas posibilidades que tenemos por nuestra opción de vida,
sobre todo lograr vivir de la teología. Tenemos el desafío de generar espacios de estudio,
reflexión y producción académica desde el lugar de la mujer y le hombre laicos y para ello
necesitamos de mucha imaginación profética. Denunciar esta situación de injusticia ha
sido el propósito de este trabajo, ahora nos queda la responsabilidad de crear dichas
posibilidades para que nuestros prójimos puedan dedicarse a ella. La teología del siglo XXI,
así como el futuro de la Iglesia, está directa y proporcionalmente unida a las decisiones que
los laicos y laicas tomemos.
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